Archivo mensual: marzo 2010

Carta a Alba Digital

El jueves pasado leí en el periódico «Alba Digital» el artículo «Transexualidad, la mueva batalla de la izquierda», que también apareció, más ámpliamente descrito, en la edición en papel.

Inicialmente había enlazado directamente ese artículo, pero un amigo me ha dicho que la foto que han usado para ilustrarlo está cogida sin permiso, y algunos de los hombres trans que aparecen en ella está muy preocupados, pues mucha gente de su entorno desconoce que son trans, y temen que la difusión de esa foto les pueda afectar. Por ello quito el enlace y paso a copiar aquí mismo el artículo aparecido en el diario.

Con una población de cuarenta y cinco millones, España tiene una cifra de entre tres mil y ocho mil transexuales, según las asociaciones promotoras de su causa. Las mismas asociaciones afirman que nueve de cada diez transexuales están en paro, al tiempo que, según relata Carla Antonelli, coordinadora del Área Transexual del PSOE (sic), el 85% de las transexuales “ejerce la prostitución porque no tiene otra salida”.

Como fuere, el activismo en materia de transexualidad parece interesar menos que nadie a los propios transexuales: tras la aprobación en marzo de 2007 de la Ley reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas, por la cual, tras un somero dictamen psicológico, cada persona puede modificar su sexo y su nombre en el Registro Civil y el DNI sin esperar a tratamientos hormonales o a la cirugía de “reasignación de sexo”, sólo unas pocas decenas de personas -unas cuarenta en 2009- han optado por dicha modificación. A pesar de lo cual, PSOE, IU, ERC y NaBai hablan de hacer extensiva la medida a los menores, ya que “la edad más difícil para todos es la pubertad”.

Éste es sólo uno de los pasos legislativos que están previstos para una batalla, la de la transexualidad, que está siendo la más rápida de las batallas ‘liberacionistas’, partiendo de la base de que “las personas transexuales nacen en sociedades equivocadas, no en cuerpos equivocados”, de que “es necesario transmitir un discurso contra las imposiciones morales, no sólo en torno a la orientación sexual sino también hacia la identidad de género” o de que “la identidad de género y la identidad sexual deben ser artificios libres de ataduras”.

Machos y coquetas

La estrategia política de la izquierda, bien arropada por una campaña mediática, busca ahora avanzar en tres frentes: la definitiva normalización de la transexualidad entre los adolescentes y preadolescentes, la discriminación positiva de los transexuales en materia laboral y mediante la educación sexual de los menores, y la cobertura sanitaria a cargo del Estado de todas sus demandas de asistencia, tanto en tratamiento psicológico como hormonal o quirúrgico.

De hecho, puede pensarse que la transexualidad es algo que ahora sólo está generando críticas entre algunos sectores del feminismo, que encuentran que los transexuales cambian de sexo para “perpetuar roles de género estereotipados” de hombres muy machos y mujeres muy coquetas.

En el ámbito legislativo, han sido varias las comunidades que han incluido -de forma parcial o en su totalidad- el tratamiento clínico de reasignación de sexo desde 2005, sumándose a la senda iniciada por Andalucía en 1999: Aragón (2005), Cataluña (2005), Asturias (2007) y Madrid (2007), pese a que en este tratamiento, según recoge un documento de IU, “existe un elevado grado de incertidumbre por los riesgos y contraindicaciones que conllevan este tipo de intervenciones, así como por las dudas previas sobre la funcionalidad o no del nuevo órgano génito-urinario y, en especial, sobre la sensibilidad erótica del mismo”.

Un informe de evaluación para pacientes operados ofrece un test con preguntas de gran pintoresquismo sobre el “proceso transexualizador”: “¿Tengo problemas para orinar? ¿Cuándo puedo nadar? ¿Cuándo puedo ir en bici? ¿Cuándo puedo montar a caballo? ¿Cuándo puedo empezar a hacer aquaerobic?”.

Además de las cinco Unidades de Trastorno de Identidad de Género que hay en diversos hospitales españoles, Navarra ha sido la primera comunidad en dotarse de una ley propia sobre reconocimiento de transexuales, impulsada por NaBai. Andalucía y otras comunidades siguen por este camino, para el cual también hay movimientos a cargo de los grupos de la izquierda parlamentaria en el Congreso de los Diputados.

Financiación pública

Entre las reclamaciones que buscan atenderse, destacan la “penalización de la transfobia y su tipificación como delito”, “la regulación específica de derechos laborales de las personas trabajadoras sexuales” (prostitución), “el tratamiento sanitario integral de la transexualidad dentro del Sistema Nacional de Salud”, “las medidas para estimular la contratación de personas transexuales”, “medidas de discriminación positiva”, “medidas de sensibilización social y educativa sobre transexualidad”, “financiación pública de las asociaciones” pro transexuales y “formación del personal de las administraciones públicas” para generar sensibilidad hacia los transexuales. Son, entre otras, las promesas realizadas por el Partido Socialista de Madrid al colectivo transexual, en una recentísima reunión.

Se trata de “socializar una actitud favorable a la diversidad de vivencias en torno a la identidad de género”. Las medidas médicas prevén cuestiones como “logopedia para modular la voz de mujeres transexuales, dermatología para la depilación del vello facial y/o corporal en mujeres transexuales”, “mamoplastia”, “extirpación de útero y ovarios” y “faloplastia, mediante el implante de un pene con tejidos extraídos del antebrazo”.

Es, sin embargo, en el ámbito de los menores donde se centra con más énfasis la batalla. Uno de cada diez pacientes atendidos en las Unidades de Trastorno de Identidad de Género ya es menor de edad. Y lo que viene es peor: las clínicas especializadas en el tratamiento de estos desórdenes dan cuenta de una “explosión”, según Hanna Rosin, ante todo en lo referente a preadolescentes y adolescentes.

Un ‘tsunami’ de menores

Así, la mundialmente famosa clínica del Dr. Zucker, en Toronto, “ha visto cómo su lista de espera se cuadruplicaba en los últimos cuatro años, hasta ser de ochenta niños”. Por su parte, la doctora Peggy Cohen-Kettenis, a cuyo cargo está la otra clínica más famosa del mundo en tratamientos de género, situada en Holanda, ha visto cómo descendía la media de edad de sus pacientes desde el año 2002, de los 14-16 años a los 12-13. En este mismo sentido, Catherine Tuerk, que lleva una red de apoyo a padres con niños con trastorno de identidad sexual, indica que, si antes la mayor parte de las llamadas tenían que ver con la posible homosexualidad en niños, ahora mismo “el noventa por ciento de las llamadas” tienen que ver con la posible transexualidad del preadolescente.

Tras pensármelo bastante, he decidido escribirles una carta, aunque dudo mucho que la lea alguien, y mucho menos que ese alguien sea el responsable de la publicación del artículo en cuestión.

La carta dice así:

Estimado señor o señora:

Me dirijo a usted en referencia al artículo publicado en las ediciones digital y en papel de su periódico, del día 19 de marzo de 20010, titulado «Transexualidad, la nueva batalla de la izquierda».

Mi nombre es Pablo, tengo 30 años y soy diplomado en turismo, aunque actualmente no ejerzo en el sector. Además de todo esto, soy transexual masculino… lo que ustedes conocen erróneamente como «mujer operada», y digo erróneamente porque ni soy mujer, ni me he operado de nada. Bueno, sí, me sometí a cirugía bariatrica para bajar de peso puesto que padecía obesidad mórbida, y también me sacaron una muela de juicio en un quirófano, pues estaba colocada en una posición muy complicada y fue necesaria la intervención de un cirujano maxilofacial, pero sospecho que la persona que se refirió a los hombres transexuales como «mujeres operadas» estaba pensando más bien en faloplastias.

En primer lugar, quisiera advertirles de que dicho artículo está plagado de datos erroneos. Por ejemplo, Ley reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas, tiene como condición para realizar dicha rectificación registral someterse a algún tipo de modificación corporal durante dos años, ya sea hormonación, o cirugía. Por otra parte, un dictamen psicológico nunca puede ser «somero» (dicho palabra significa «ligero, superficial, echo por encima»), sino que, en todo caso, lo será el proceso de diagnóstico. En mi caso, este proceso duró tan sólo un año, aunque hay personas que tardan dos años, e incluso siete, e incluyó un gran número de entrevistas en profundidad, tanto a mi como a personas de mi familia. Tal vez sea posible que el señor Ignacio Peyró desconozca el significado de la palabra somero.

En realidad podría analizar el artículo publicado en la edición digital, párrafo por párrafo e ir indicándoles dónde y como se han incluido otros datos erróneos o se ha manipulado la información presentándola de manera parcial, pero pienso que, aunque contraten redactores con problemas de conocimiento semántico, son ustedes un periódico que trabaja de manera sistemática y profesional, y sabe muy bien lo que se hace. Por tanto, no cabe atribuir a la ignorancia semejante artículo, sino que sólo cabe asumir que ha sido redactado de tal forma de manera deliberada, buscando intencionadamente el insulto y el ataque a la comunidad trans en general.

Después de leerlo, me quedé pensando qué les habré hecho yo para que me insulten de esa manera, o qué les habremos hecho las personas transexuales en general. Lo comenté con un amigo y este no supo tampoco qué decir, aunque sugirió que lo mejor sería preguntárselo directamente a ustedes. De modo que les traslado la pregunta que me hacía a mí mismo: ¿Qué les he hecho yo para que me falten al respeto de esa forma? ¿De dónde viene ese odio que transpira su artículo hacia las personas trans en general? ¿Qué hemos hecho que sea tan terrible?

Yo también preferiría que los fondos públicos destinados a las organizaciónes GLTB se destinasen a otras cosas, como programas para la prevención de la violencia doméstica. Eso significaría que nosotros ya no los necesitamos. ¡Ojalá todos los y las activistas GLTB pudiésemos tomarnos un respiro y dedicarnos a coleccionar sellos! Sin embargo, mientrastengamos problemas a la hora de hacer efectivos derechos básicos como el acceso a la atención sanitaria, a la dignidad (un ejemplo al ataque contra mi dignidad es el pie de página de su periódico), a la protección de la intimidad, al libre desarrollo de la personalidad, etc… será necesario invertir fondos públicos. O, dicho de otra forma, si ustedes nos dejasen vivir nuestra vida tranquilamente de la misma manera que nosotros les dejamos a ustedes vivir la suya, no sería necesario invertir fondos públicos para financiar las asociaciones LGTB. Tampoco sería necesario que yo hubiese invertido una hora entera redactándoles este correo, por lo que ustedes no tendrían necesidad de leer (aunque reconozco que no estoy del todo seguro de que lo vayan a leer), y tanto la persona encargada de leerlo como yo, dispondríamos tiempo para dedicarlo a otros menesteres.

Respecto a la inversión en terapias sanitarias, también desearía que no fuese necesaria, y que yo pudiese declarar que soy un hombre, y tener reconocimiento social, legal, e incluso reconocerme a mi mismo como hombre, sin necesidad de realizar ninguna modificación corporal. A nadie le gusta ir al médico o meterse en un quirófano, pero a veces no queda más remedio. Uno de los motivos que obligan a las personas trans a realizar esos cambios corporales es precisamente la idea de que nosotros no somos hombres, sino mujeres que parecen hombre, y biceversa para las mujeres transexuales. La idea de que para ser un hombre hay que tener cuerpo de hombre, y para ser mujer, hay que tener cuerpo de mujer, es la que nos obliga a acudir al médico, y la causa de que sea necesario invertir dinero en nuestros tratamientos médicos. Si a ustedes les interesa el ahorro en la sanidad pública, empiecen a transmitir la idea de que lo importante está en el interior, y de que el hombre o la mujer no nacen, sino que se hacen, independientemente de la forma del cuerpo de cada cual.

También deben darse cuenta de lo peligrosa que es la idea de que un hombre transexual es «una mujer operada». La idea de que siempre seremos mujeres, hagamos lo que hagamos, porque eso es una cosa «de nacimiento» lleva al suicidio a cientos de personas transexuales cada año, en todo el mundo. Estas personas no soportan pensar que, hagan lo que hagan, nunca podrán ser hombres o mujeres reales, sino tan solo un remedo, una imitación, y desesperados, incapaces de ver una salida, no comprenden otra opción que no sea quitarse la vida para abandonar una existencia ingrata. En palabras de Pepi, una mujer transexual que se suicidó en el año 1992 «es como un cáncer que me devora por dentro». Probablemente no habían pensado en esto, pero es posible que artículos como el suyo hayan supuesto un pequeño empujoncito más para alguna persona transexual y desesperada que quizá ahora tenga más claro que suicidarse es una buena idea. ¿Podrán dormir sabiendo esto? Seguramente sí, porque no van a creer en mis palabras. O quizá porque piensen que la gente como yo es lo que merece, sufrimiento y muerte, no ayuda y comprensión. Si yo fuese el Sr. Peyró, el editor de este periódico, o incluso el director del mismo, no podría dormir después de haber publicado un artículo como ese.

Tal vez en realidad no nos odian tanto y sólo publican artículos así para vender más periódicos. No sé si funcionará la estrategia, pero a mí me parece que ganar dinero a costa de lo que sea, es deleznable, repugnante. Replantéenselo, hay muchas formas de hacer negocio sin dañar a nadie.

Si han sido capaces de leer hasta aquí, les agradezco mucho su atención.

Les saluda atentamente, Pablo Vergara.

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Como las golondrinas…

Todo empezó en las Jornadas Feministas Estatales que se celebraron en Granada, en diciembre del año pasado. Conjuntos Difusos invitó a Elisabeth Vásquez, coordinadora política del Proyecto Transgénero de Quito para que participase en dos mesas hablándonos del Proyecto y de las acciones que estaban llevando allí (en este enlace podéis escuchar a Eli, a mis compañer*s de Conjuntos Difusos, y hasta salgo yo un poquito).

Cuando la conocí, me sorprendí mucho. Me habían hablado de todas las cosas en las que había participado, de la Casa Trans, del Proyecto Transgénero, etc… así que imaginaba que sería una persona de unos 40 – 50 años. Nadie me había dicho que tenía mi edad. Luego pude hablar con ella, la escuché con atención en sus intervenciones en las Jornadas, y flipé en colores, no sólo por las cosas que hacen, por la manera alternativa de usar el derecho para cambiar el sistema desde dentro y su forma de luchar, sino por la riqueza cultural y lo muy diferente que es el lugar del que ella venía respecto a todo lo que yo conozco.

Muy bonito, pero también muy duro. Esa fue la impresión que saqué de las cosas que ella me decía.

– Ayer cuando llamé a mis compañeros de la Patrulla Legal los noté raros y les pregunté que pasaba – me contó mientras esperábamos a que un conserje nos prestase un ordenador portátil -. Al prinicipio me dijeron que nada, que todo iba bien, pero yo ya me había dado cuenta de que había algo, así que les tiré de la lengua y al final me dijeron que tuvieron trifulca con la policía y al final los gasearon. ¡Ay, es tan horrible que te gaseen! Te pican los ojos, y la nariz, y no puedes casi ni respirar, es tremendamente angustioso, te quedas sin saber ni donde estás.

Lo decía así, como quien se queja de que lleva dos meses lloviendo, sin rabia ni enfado, simplemente son cosas que pasan. Obviamente, por la forma en que lo explicaba, a ella también la habían gaseado alguna vez. Luego hablaba de las culturas indígenas, de los kichuwa, de la provincia de Manabí, donde, al parecer, todo puede ocurrir… de elementos del derecho ecuatoriano que superan los nuestros ámpliamente, de la interculturalidad, del diálogo de las prostitutas trans con los policías, de los usos alternativos del derecho…

– Yo quiero ir a Ecuador. – Si no dije esta frase 200 veces, no la dije ninguna. Lo bueno fue que en un momento dado, ella empezó a decir «tú tienes que venirte a Ecuador».

Decidí que, si aprobaba la oposición, el tiempo entre el aprobado y que me llamasen para empezar a trabajar, que suele ser un periodo bastante dilatado, lo pasaría allí. Pero suspendí y el plan se me vino abajo. Tenía que volver a plantearme qué hacía ahora.

– ¿Y por qué no te vienes igualmente? – me preguntó Eli, ya a través de la red.

Lo pensé durante unos minutos y me di cuenta de que en realidad no tenía ningún motivo para quedarme aquí. En realidad lo que me preocupaba era que tenía que encontrar otra manera de ganarme la vida, porque la situación en la que me encontraba (y me encuentro) era demasiado precaria como para ser sostenible a largo plazo. Tenía que hacer otra cosa, y tenía que hacerlo ya. Mi idea inicial era probar suerte poniendo un negocio, aunque tal y como están las cosas todo eran trabas (impuestos, más impuestos, más impuestos todavía, problemas para encontrar financiación, reducir los costes de financiación al máximo…) y, sobretodo, mucho riesgo.

Viajar a Ecuador también suponía riesgo. La primera idea: si la gente de allí se viene para acá, por algo sera. La segunda idea: ¿cómo puedo proseguir con mi tratamiento médico, ahora que por fin lo había conseguido? Tercera idea: ¿y si voy y no me gusta? La cuarta idea: ¿de qué iba a vivir allí?

Poco a poco fuí aclarándome las ideas, con la ayuda de la gente de allí, y también de amigos de aquí que han estado en Ecuador. Respecto al trabajo, con un 25% de paro que tenemos en Andalucía, me parecía más probable conseguir trabajo allí que aquí, sobretodo si tenemos en cuenta que, en un país de 11 millones de habitantes, 4 millones se han marchado.

Lo del tratamiento médico me lo resolvieron ellos, puesto que conocen a un médico endocrino que trata a trans masculinos. Cuando descubrí que el testex, que es el medicamento que yo uso, vale 2,5€ sin receta, cada 18 días, pensé que podía permitirme comprarlo allí. Además, un amigo español que vivió en Ecuador, y para más inri es médico, me comentó que si bien la sanidad pública allí es prácticamente inexistente, la sanidad privada es muy buena, y hacerse un seguro médico sale por 10€ o 15€ al mes, así que también puedo pagarlo.

Hay una última ventaja a seguir mi tratamiento médico allí, y es que en Ecuador, ni el acceso a la hormonación, ni a la cirujía, tienen como requisito previo ir a un psicólogo/psiquiatra a autodeclararse trastornado mental. Uno puede sostener que está por completo en su sano juicio, y al mismo tiempo conseguir que un médico le atienda.

Queda lo más impredecible. ¿Y si voy allí y no me gusta? ¿Y si no puedo aguantar vivir allí por la diferencia cultural, o la falta de seguridad o qué se yo? Jo… pues cojo el avión y me vuelvo. Eso es lo más fácil de arreglar.

En enero tomé la decisión firme de marcharme a Ecuador. Desde entonces he estado informándome, hablando con la gente de Quito, mirando posibilidades, tratando de prever todo lo previsible, y pensando muy, muy bien las cosas, hasta el punto de que cuanto más lo pienso, más me convenzo de que es una buena idea. Tanto si sale bien y resulta que estoy allí en la gloria, como si sale mal y me vuelvo corriendo con el rabo entre las piernas, va a ser una experiencia enriquecedora, eso seguro.

Entre mis amigos y parientes hay división de opiniones. Algunos me animan un montón, mientras que otros plantean muchas objecciones. Las objecciones son las más interesantes, porque es posible que otras personas puedan prever cosas que yo no he previsto, pero hasta el momento, lo único que me han planteado a sido el argumento del miedo. «Que allí se vive peor», o «que puedes perder lo poco que tienes aquí», dicho de otra manera, «virgencita, virgencita, que me quede como estoy» y «más vale malo conocido que bueno por conocer». Son los mismos argumentos por los que la gente no deja su trabajo cuando el jefe le dice que trabaje 12 horas, aunque le pague 8. «Es mejor que te exploten que no tener trabajo» y «como yo, hay cientos, así que mejor será que trate de mantener lo poco que tengo, no vaya a ser que lo pierda todo».

Lo malo es que yo ya me pasé muchos años así, muerto de miedo por lo que podía pasar si hacía lo que quería. Tenía una pareja, tenía familia, tenía amigos, tenía planes de futuro y eran buenos… ¿Cómo echarlo todo a perder sólo por el detalle de querer vivir como hombre? ¿Y si me quedaba con nada? ¿Y si tampoco era feliz viviendo en masculino? ¿No estaba ya suficientemente bien? Después resulta que lo malo no fue tan terrible como yo había podido imaginar, o como me habían dicho, y lo bueno fue mucho mejor. Es un problema porque los argumentos del miedo ya no sirven conmigo. Ahora ya sólo me queda la prudencia, y tampoco mucha.

¿Os he dicho que esta mañana me he dado cuenta de que me están saliendo pelitos en la barriga? ¡Y me gusta!

Lo más difícil ha sido contárselo a mis padres, pero al final también lo he hecho. No se lo han tomado muy mal, aunque tampoco han hecho una fiesta. Mi madre dice que estoy metiendo la pata, es de las del argumento del miedo. Mi padre dice que haga lo que quiera, no manifiesta ni gusto ni disgusto, lo que es un gran alivio, porque me preocupaba mucho que se enfadase conmigo. Creo que el hecho de que ya tengo algunos proyectos laborales más o menos firmes para trabajar allí, ha ayudado un poco…

Todavía no tengo comprado el billete de avión, lo haré la semana que viene. Lo quiero para el día 15 de abril, como muy tarde. Las golondrinas ya han hecho su migración de este año, y yo voy con cierto retraso.

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España ¿un estado de derecho?

A finales de enero me presenté a la oposición de auxiliar administrativo del Ayuntamiento de Madrid. Fui más que nada a probar suerte, porque sólo la mitad del temario es similar al temario de las oposiciones de la AGE, que son las que yo he estado preparando. No tenía muchas opciones, pero oye… nunca se sabe.

Resulta que, por estas cosas de la vida, respondí bien 51 preguntas netas. Puñetera casualidad, porque de esas 51 preguntas yo sabía la respuesta de unas 20 o así, y el resto lo saqué según lo que a mí me parecía que debía ser. El total de preguntas era 90.

Ayer me pongo a mirar las notas, y… ¿cual no sería mi sorpresa al comprobar que la nota de corte de los aprobados era un 5? Yo tenía bastante certeza de que mi nota era más alta que un 5, pero no estaba seguro, así que fui a mirar la lista por orden alfabético, por si acaso estaba yo en ella. No, no estaba.

La cosa me parecía un poquito rara, pero pensé que tal vez había truco para calcular la nota, y unas preguntas valían más que otras, o algo así, de modo que busqué en las bases de la oposición para ver cómo se calculaba la nota. Las bases, en el punto 8.1, sección B) dicen así:

«Primer ejercicio.
Se calificará de cero a diez puntos, siendo necesario para superarlo y pasar al siguiente obtener un mínimo de cinco puntos. En la calificación de este ejercicio cada pregunta contestada correctamente se valorará en positivo, la respuesta errónea penaliza con el equivalente a 1/3 del valor de la respuesta correcta redondeado al valor del segundo
decimal y la respuesta en blanco no contabiliza».

Así que, según eso, descontando las preguntas mal que tenía y demás, descubro que mi nota es un 5,67. ¿Y por qué no salgo yo en las listas? Debería estar en ellas ¿no? Quizá se han equivocado… Me toca reclamar.

Esta mañana llamo al Ayuntamiento de Madrid y me dan el teléfono del negociado de oposiciones, aunque igual podian haberme dado el teléfono de su tía, la de Cuenca, porque no he conseguido que nadie me atendiese… La linea ha estado comunicando toda la mañana, por lo que imagino que el funcionario responsable, cansado de tener que trabajar más de lo habitual, lo habrá dejado descolgado, para que nadie le moleste.

Se me ha ocurrido entonces investigar en foros de opositores, y ahí he encontrado la respuesta de lo ocurrido. Resulta que el tribunal calificador ha decidido que la «nota» de corte eran 68 preguntas netas (o sea, descontadas ya las preguntas mal), y a partir de ahí, se deduce un complejo sistema de calificación, que es el siguiente:

Simplemente hay que dividir el examen en dos partes. Cada una de ellas vale 5 puntos. Las primeras 68 preguntas equivalen a 5 puntos, y las 22 restantes (hasta llegar a las 90) valen otros 5 puntos.

Es decir, 90 preguntas netas son un 10.

Bien, entonces hay que calcular lo que vale cada pregunta por encima de 68.
En este caso, tenemos que 22 preguntas valen 5 puntos. Por lo tanto, si dividimos 5 entre 22 cada pregunta acertada por encima de 68 vale 0,22727272.

Ahora que ya sabemos lo que vale cada pregunta, si estamos hablando de una persona que tuvo 80 aciertos, 6 mal contestadas y 4 sin contestar tendremos que hacer los siguientes cálculos:

• 80 aciertos. Las primeras 68 preguntas equivalen a un 5. Las 12 preguntas que faltan hasta llegar a los 80 aciertos valen cada una de ellas 0,22727272 (este cálculo ya lo hemos hecho antes). Si hacemos la operación:

12×0,22727272=2,727272.

Así que al 5 que ya teníamos hay que sumarle 2,727272

5+2,727272=7,727272

• 6 errores. Los errores penalizan 1/3 de cada pregunta. Como cada pregunta por encima de esas 68 equivale a 0,22727272, si hallamos 1/3 de ese importe (lo que es lo mismo, se divide entre 3), el resultado es el siguiente:

0,22727272 / 3 = 0,0757575 (lo que resta cada pregunta errónea)

Así que como en este ejemplo son 6 errores: 6×0,0757575=0,454545

Ahora sólo queda restar a la nota los errores cometidos:
7,727272-0,454545 =7,27 (nota final)

En realidad no estoy del todo seguro de que el sistema de calificación haya sido ese, porque el Ayuntamiento de Madrid, ni ha emitido ninguna nota anunciando cuantas preguntas constituyen la «nota de corte», ni explicando como calcular la nota, ni siquiera listas con los nombres y notas de todos los que nos hemos presentado. Lo de que el corte han sido 68 preguntas es una suposición que se extiende por los foros, basada en la cantidad de preguntas que los aprobados sabían que tenían, y la nota que finalmente han sacado. Algunas academias dicen que el corte ha sido de 54 preguntas, y, puesto a decir, yo digo que ha sido 69, que es un número mucho más erótico y atractivo.

También se rumorea que la nota de corte para los que hicieron el exámen por el cupo de promoción interna es de 45 preguntas. Esto no tendría importancia ninguna, sino fuese porque inicialmente las bases decían que el corte iba a ser el mismo para los de promoción interna como para los del turno libre, que competimos por las mismas plazas. Pero el 4 de marzo, un mes después de que se hiciese el exámen, se publicó un decreto que decía que no… que las notas de corte podían ser diferentes.

Da igual, como de todas formas la nota de corte no se ha publicado ni para unos, ni para otros… no hay modo de saberlo.

Vamos a ver, una cosa es que el tribunal tenga potestad para decidir el nivel mínimo para aprobar (eso sí que viene en la convocatoria) y otra cosa es que esa decisión sea «secreta». La transparencia en los procesos selectivos es un derecho constitucional, pero aquí de transparencia nada.

Para redondear todo este asunto, diré también que el segundo examen debería celebrarse, según la convocatoria, como máximo 45 días despues del primero. Los 45 días ya han pasado más que de sobra, y aquí no hay indicios de cuando será ese segundo exámen.

Conclusión: la Administración (en este caso, Administración Local) elabora sus propias normas para luego saltárselas a la torera sin pudor y, sobretodo, sin consecuencias. O si quieren hacerlo «legalmente», sin temor a que se les pueda acusar de no acatar la normativa que ellos mismos redactaron a placer y sin consultar con nadie, pueden redactar otra norma contraria a la primera, y aquí paz y después gloria. Todo está correcto, conforme a la ley. Cuando lleguen las reclamaciones, todas irán siendo desestimadas, y ningún juez amparará a los que decidan seguir la vía judicial. Eso sí, el Defensor del Pueblo de vez en cuando redacta unas recomendaciones muuuuuy bonitas, que la administración no tiene obligación de cumplir, porque son recomendaciones, y que utiliza cuando al responsable de mantenimiento se le ha olvidado comprar papel higiénico.

Se supone que en un estado de derecho los ciudadanos estan protegidos por la ley. La función de las leyes es, en la mayoría de los casos, impedir la arbitrariedad del Gobierno y la Administración. Hacer las cosas con justicia, de forma transparente y limpia. En España el derecho es un arma para impedir que el ciudadano reclame esos mismos principios de legalidad, igualdad y transparencia. ¡Si ya hasta tenemos leyes con efecto retroactivo que van en contra de los intereses de la persona!

A mí me parece que esto cada día se parece un poco menos a un estado de derecho. Empiezo a dudar que en realidad lo sea. Más bien es una dictadura blanda, ejercida por turnos.

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Lo importante es el viaje.

El otro día hice un viaje desde Ciudad Real a Granada, lo que implica necesariamente pasar por Despeñaperros.

He de decir que casi siempre que he pasado por allí lo he hecho subido en un autocar, medio dormido y sin fijarme demasiado en la carretera, o bien conduciendo yo, y más preocupado por la próxima curva, llevar la velocidad adecuada, a ver lo que hacen el resto de vehículos, etc que por el paisaje. Sin embargo aquel día, no sé por qué, por el rabillo del ojo, entre curva y camión, pude vislumbrar las altas y abruptas montañas, la estrechez del paso, imaginarme el río allí abajo, y mirar el verde de las plantas que allí crecen de manera casi milagrosa. Sentí la necesidad de detenerme a hacer fotos, y como conducía yo, lo hice. Desgraciadamente, no es que sea el mejor fotógrafo del mundo, y no pude captar ese paisaje tan bonito de la manera que me habría gustado. Luego seguí con mi camino. Despeñaperros quedaba atrás, y delante me esperaba Granada.

La vida es así. Uno nace y el tiempo empieza a correr, como si fuese una carretera que transitamos. A veces nos sentimos tremendamente desgraciados, pero sabemos que tenemos que luchar para recuperarnos, porque el momento de sentirnos tristes pasará, y no podemos dejar que ese sentimiento nos lastre y nos impida seguir adelante… porque vamos a tener que seguir adelante de todos modos, la carretera va a seguir deslizándose bajo nuestros pies, como una de esas cintas de correr que hay en los gimnasios. A veces estamos increiblemente felices y creemos poder tocar el cielo con las manos, y en esos momentos sabemos que tenemos que aprovechar la sensación a tope, porque luego se irá y la dejaremos atrás, igual que yo dejé atrás Despeñaperros. Todo lo que nos podremos llevar será una foto, un recuerdo.

A veces, tenemos muchas ganas de llegar. Esta entrada la escribo en respuesta a los comentarios de Aniel y Ángela de que hay personas que se pierden una fase muy bonita de su vida por el ansia de querer ser YA su sexo real.

A veces, como decía, tenemos muchas ganas de llegar, y el viaje se convierte tan sólo en una incomodidad, un tiempo perdido, lleno de esfuerzo e incomodidad, que sólo sirve para cansarnos. ¡Ojalá el teletransporte instantaneo no fuese sólo cosa de la ciencia ficción! Sin embargo, cuando hablamos de objetivos vitales, es necesario ser consciente de que el destino, el único lugar en el que nos quedaremos permanentemente, será la muerte.

Imaginemos una persona que se va a casar. De repente toda su vida gira entorno a la boda. Durante un año dedica tiempo y esfuerzo (por no hablar de dinero) para que todo sea perfecto, para que cuando llegue ese momento sea muy especial. Luego llega el día de la boda, todo sale como había planeado, y es maravilloso. Después el momento ya ha pasado y hay que empezar a preparar el viaje para llegar al próximo lugar de destino, para alcanzar la próxima meta.

Desde pequeño me han enseñado que en la vida hay que luchar para conseguir cosas, o para mantenerlas. El momento importante es aquel en el que consigues lo que estabas buscando, cuando llegas a la meta, mientras que el resto es espera y lucha. Lo malo es que si planteas así las cosas, al final resulta que el balance de la vida siempre tiene saldo negativo, puesto que el momento de obtener algo siempre va a ser más corto que todo el tiempo empleado en luchar para conseguirlo, y una vez conseguido lo que sea, habrá que volver a luchar.

¿Tiene sentido pelear sin parar para conseguir breves momentos de triunfo? ¿Tiene sentido ir siempre conduciendo a la máxima velocidad por autopistas aburridas para llegar a un sitio, y luego a otro, y luego a otro? ¿No será mejor elegir una ruta que por lo menos resulte agradable? ¿Pararse a tomar un café en ese bar que tiene tan buena pinta?

Yo también conozco a personas que están desesperadas porque quieren ser YA su verdadero sexo. De hecho, no lo quieren para ya, lo quieren para ayer, de modo que llegue cuando llegue, ya va a llegar tarde, y viven el presente mirando sólo hacia el futuro, preguntándose cuando llegará, sin ver todas las cosas maravillosas que tienen hoy a su alrededor.

Si me dijesen que me queda un mes de vida, seguramente no haría una fiesta para celebrarlo, pero tampoco me hundiría al pensar que no he hecho nada en mi existencia. Tal vez no he logrado grandes cosas, pero me lo he pasado bien intentándolo, y los paisajes que he visto por el camino eran muy bonitos.

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Un poco distinto.

Hoy llevo justo un mes y quince días de hormonación. Creo que ya lo he dicho en otras entradas, pero no esperaba que los cambios empezasen a verse tan rápido. No es que sea cosa de un día para otro, pero casi, casi.

Desde hace cosa de quince días he notado que me está cambiando la voz. Yo soy el primero que va notando estos pequeños cambios, y siempre pienso lo mismo, que serán imaginaciones mías, aunque empiezo a pensar que debería empezar a confiar un poco más en mi propio criterio. Después de todo, soy el que mejor conoce mi cuerpo, eso sin contar con que… es mi cuerpo, o sea, soy yo mismo.

A veces noto una vibración distinta en la garganta al hablar, que me resulta muy agradable. Otras veces me sale un tono de voz más grave de lo normal, y hablo como si estuviese ronco, aunque la mayor parte del tiempo simplemente noto que tengo la voz destemplada y un poco descontrolada.

Ya me ha pasado varias veces que llamo por teléfono a personas que conozco bien, o me llaman por teléfono, y no me reconocen por la voz. Mola. Pero lo que moló de verdad fue cuando hace un par de días me grabé en video y luego comparé la grabación con la primera que hice.

– ¡Coño! – exclamé, a pesar de que estaba yo sólo delante del ordenador. No es que haya una gran diferencia, pero algo se nota. Ahora sueno como un adolescente. En otra entrada mi amiga Kim comentaba que a ella siempre le he sonado como un adolescente, y otras personas me han comentado alguna vez que tengo (tenía) un tono de voz bastante ambiguo, pero ahora sí que es ambiguo de verdad.

No sé explicarlo mejor… Tal vez lo suyo sería colgar una grabación de voz.

También empiezo a notar que me está cambiando un poco el carácter, y no estoy seguro de que eso me guste demasiado, porque mi forma de ser ya me parecía bien. Ahora me noto un poco más agresivo, y estoy algo más nervioso, aunque tampoco es que sea algo exagerado. El nerviosismo lo compenso llendo al gimnasio a machacarme un poco el cuerpo, o a machacármelo bastante.

Lo del gimnasio me está viniendo muy bien en tres sentidos. Por una parte, noto que cuando paso unos cuantos días sin ir estoy más inquieto, mientras que cuando voy regularmente estoy más contento y relajado. Por otra parte, he empezado a entender por qué los deportistas se dopan. ¡Menuda diferencia! No es la primera vez que hago deporte, pero es la primera vez que voy ganando forma tan rápidamente. Lo que la primera semana era una especie de tortura china, la segunda semana podía hacerlo sin desear morir al terminar, y ahora lo supero con creces y al volver a casa puedo seguir con mi vida normal como si nada. Ya, ya sé que lo normal cuando uno empieza a hacer ejercicio es ir mejorando, y cuanto peor era el estado inicial, más rápido se empiezan a ver los beneficios. ¡Pero no tan rápido! O al menos antes no era tan rápido para mí. En tercer lugar, creo que estoy adelgazando un poco. La báscula dice que no, pero me noto la ropa ligeramente más ancha. Es difícil de precisar, porque toda mi ropa es una talla más grande de lo necesario, de modo que no es que me «baile» sino que me baila más todavía. Una vez más… ¿serán imaginaciones mías?

¿Serán imaginaciones mías la impresión que me da, cuando me miro al espejo, de que estoy un poco distinto? Creo que la cara me ha cambiado un poco, aunque no sabría decir exactamente cual es la diferencia ni siquiera comparando fotos recientes con fotos antiguas. Es como jugar a las siete diferencias, sólo que sin saber cuantas diferencias hay, o si hay alguna.

Los pelitos nuevos que me salen en la barba, eso sí que no son imaginaciones. Me salen sobretodo en la barbilla, aunque también noto algo de pelusilla en las mejillas. Además, los pelitos que ya tenía están más fuertes, crecen más rápido. Dicen que luego, cuando tienes barba de verdad (si es que llegas a tenerla, porque depende de la genética de cada uno) es un coñazo tener que estar afeitándose. Pero eso será luego, ahora me hace bastante ilusión, aunque lo que más me ha llamado la atención desde siempre ha sido el tema de la voz.

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Sevillanas hipotecadas.

Me llamo Pablo, tengo 30 años y soy diplomado en turismo. Durante varios años (cino o seis) trabajé en un pequeño comercio, situado en una ciudad pequeña, hasta que las circunstancias me llevaron a buscar otro empleo.

Ya en el año 2006 notamos que nuestras ventas se habían reducido en un 33% (ahí es nada) con respecto a los años anteriores. A finales de 2008 dicha reducción de los ingresos se aproximaba al 60%. ¿Crisis? Mientras Zapatero no sabía decir esa palabra, en mi negocio hacíamos cuentas y no nos salían. Hoy las ventas llegan justo para mantener la tienda abierta sin perder dinero, pero también sin ganarlo. ¿Sacar dos sueldos de ahí? Imposible. Si no sale ni uno…

También es verdad que el principal motivo para marcharme fue ideológico. Mi jefa, que es mi madre, tenía la idea de que yo era una chica, y yo no estaba para nada de acuerdo con eso.

Desde entonces, cuando acudo al mercado laboral – el sitio en el que se intercambia trabajo por dinero – me dicen que mi trabajo no vale ningún dinero. Hago muy pocas entrevistas de trabajo, y algunas son para puestos en condiciones tan pésimas que sólo voy «para ensayar». Me rechazaron en el McDonalds, y también en un negocio similar al que estuve yo trabajando con mi madre. Puedo decir por experiencia que hacer encuestas es lo mismo que mendigar, pero en vez de dinero pides tiempo, y además, no puedes pedírselo al primero que pase, sino que tiene que ser a una persona concreta.

Sí que he superado entrevistas de trabajo para trabajar vendiendo. La última fue una empresa de seguros que es el sitio más serio que he pisado en el último año, pero en este caso fui yo el que no me vi capaz de hacer ese trabajo: ya he trabajado de comercial, y no se me da bien. Lo mío es la venta al detalle. He intentado vender enciclopedias, telefonía fija y móvil, y no recuerdo que más cosas… pero nunca vendí nada en realidad. También intentaron captarme en una secta comercial.

En cierto momento, llegué a sentir envidia del mendigo que vive cerca del portal de mi casa. Duerme en el suelo, y pasa frío y calor (eso lo comparte con los encuestadores), pero al menos no se vende por casi nada, y se le ve contento. Casi siempre tiene un corrillo de gente a su alrededor, y con gran frecuencia, está borracho, así que algo de dinero gana… Tal vez hasta más que yo.

Cuando voy al mercado – también conocido como Mercadona – me dicen que sus productos valen dinero. Los mismo me dicen las facturas del agua, luz, teléfono…

Si mi trabajo no vale dinero, pero las cosas que necesito si lo valen, el resultado es que últimamente no duermo muy bien por las noches.

A veces se me ocurre la idea de emprender. Tengo un concepto de negocio que creo que podría funcionar, pero… ¿con qué dinero? Lo que es peor ¿cuanto me sangraría el Estado en impuestos, antes siquiera de que yo empezase a ganar algo? Si fuese chino, no tendría que pagar impuestos, pero como soy español, no hay ayuda, excención o subvención que valga. Alguien tiene que mantener el sistema económico español, y ese alguien, hoy en día, son los autónomos, que empiezan a colapsarse por la pesada carga que les ha caido encima. Y eso que todavía no ha subido el IVA.

Otra perspectiva: volver a casa de mis padres. Es tan desagradable y triste que prefiero no pensar en ello.

Al menos yo no me puedo quejar, no tengo hijos, no tengo hipoteca, y no tengo, en general, nada que perder, excepto la independencia (que no es poco). Otros lo tienen mucho peor que yo.

Sé bastante de economía para comprender el origen de la crisis y observar que ninguna de las medidas que se han tomado hasta ahora van a servir para sacarnos de ella. Podría explicar en que consiste la crisis, y por donde sangran las heridas que nos han dejado sin dinero, pero creo que es mejor explicar como es mi crisis. La crisis no es algo abstracto de lo que hablar en esos momentos de «arreglar el mundo» que a todos nos gustan de vez en cuando, sino una cruda realidad para muchos.

También llevo bastante tiempo pensando en emigrar. Creo que ya va siendo hora.

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Revisión de la Ley 3/2007 (II)

A veces, cuando protesto por ciertas cosas, como los protocolos de atención sanitaria o las restricciones para hacer el cambio de nombre y sexo legal, me dicen que no sé apreciar lo que tenemos ahora, y que comparado con como estaban las cosas hace unos años, no nos podemos quejar.

«No nos podemos quejar» es algo que se repite mucho cuando se habla de lo mucho que a las personas trans nos queda por conseguir, y no ya a nivel social, sino a nivel legal (en realidad, en lo tocante a transexualidad, creo que la sociedad va muy por delante de las leyes y protocolos establecidos). No estoy muy seguro del por qué de esta sumisión, de esta aceptación, del «no nos podemos quejar». ¿Es porque realmente hay personas trans que piensan que merecen ser maltratadas por el estado? Yo creo que en realidad se trata de miedo a que si nos quejamos por lo poco que «se nos ha dado» (yo diría «que se ha conseguido» pues cada pequeño cambio ha ido siempre precedido de mucha lucha) nos lo quiten y volvamos a lo que había antes. Debe ser eso que dicen de «más vale malo conocido que bueno por conocer».

Lo cierto es que sí que nos podemos, y nos debemos quejar. Las personas trans somos ciudadanos tan buenos o tan malos como el resto, y deberíamos tener los mismos derechos que los demás. ¿Yo no estaba cuando salió la Ley 3/2007? Claro que sí que estaba, sólo que estaba en un sitio bastante feo… en el armario, nada menos.

Paso a hablar de la ley 3/2007, de 15 de marzo, reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de la persona. Hay que decir que yo no soy abogado, y mis conocimientos de derecho son muy pobres (pero mucho). Partiendo de lo poco que yo sé, esto es lo que veo:

Artículo 10 de la Constitución.

1. La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la Ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social.

2. Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los Tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por Españ

Partimos de la base de que el libre desarrollo de la personalidad, y, sobretodo, la dignidad de la persona, no son posibles si alguien tiene el aspecto y la personalidad de «María», pero en su DNI pone que es «Segismundo». Ir al banco, coger un avión, pagar en el supermercado con una targeta de crédito, presentar el carnet de conducir a un guardia civil que te lo pide… que te digan «¿pero este DNI de quien es?» o «perdone, pero debería venir el titular», y tener que dar una embarazosa explicación (que es igualmente embarazosa para el oyente, quién seguramente no quería saber esas intimidades) no es algo que te haga sentir muy digno, que digamos. Poder cambiar de nombre y sexo legal es imprescindible, y esta necesidad está amparada por la Constitución.

Dice la Ley 3/2007:

Artículo 1. Legitimación.

1. Toda persona de nacionalidad española, mayor de edad y con capacidad suficiente para ello, podrá solicitar la rectificación de la mención registral del sexo.

La rectificación del sexo conllevará el cambio del nombre propio de la persona, a efectos de que no resulte discordante con su sexo registral.

2. Asimismo, la persona interesada podrá incluir en la solicitud la petición del traslado total del folio registral.

Pero dice también la Constitución:

Artículo 13.

1. Los extranjeros gozarán en España de las libertades públicas que garantiza el presente Título en los términos que establezcan los Tratados y la Ley.

El artículo 10 de la constitución dice que tenemos derecho a la dignidad, y el artículo 13 dice que los extranjeros también tienen derecho a la dignidad. Sin embargo, la L. 3/2007 sólo ofrece solución a los españoles. No existe ninguna ley que permita el cambio de nombre y sexo legal «no registral», por lo que si «María» no es española, tendrá que seguir cargando del sambenito de «Segismundo» en su NIE. Al parecer los extranjeros trans no tienen derecho a la dignidad.

Hay que reconocer que está muy bien que cuando un español (o española, claro) en lugar de hacer una enmienda en la partida de nacimiento, se saque una partida de nacimiento limpia, como si el nuevo nombre y sexo que figuran fuesen los que se registraron en el momento de hacer la inscripción registral por primera vez. Así se protege de la manera más efectiva posible la intimidad de las personas.

Artículo 2. Procedimiento.

1. La rectificación de la mención registral del sexo se tramitará y acordará con sujeción a las disposiciones de esta Ley, de acuerdo con las normas establecidas en la Ley del Registro Civil, de 8 de junio de 1957, para los expedientes gubernativos.

En la solicitud de rectificación registral se deberá incluir la elección de un nuevo nombre propio, salvo cuando la persona quiera conservar el que ostente y éste no sea contrario a los requisitos establecidos en la Ley del Registro Civil.

2. No son de aplicación en el expediente para la rectificación de la mención registral del sexo:

  1. La regla primera del artículo 97 de la Ley del Registro Civil.
  2. El párrafo segundo del artículo 218 del Reglamento del Registro Civil.
  3. Los párrafos tercero y cuarto del artículo 349 del Reglamento del Registro Civil

Artículo 3. Autoridad competente.La competencia para conocer de las solicitudes de rectificación registral de la mención del sexo corresponderá al Encargado del Registro Civil del domicilio del solicitante.

    Nada que objetar… de alguna forma hay que hacer el papeleo.

    Artículo 4. Requisitos para acordar la rectificación.

    1. La rectificación registral de la mención del sexo se acordará una vez que la persona solicitante acredite:

    1. Que le ha sido diagnosticada disforia de género.

      La acreditación del cumplimiento de este requisito se realizará mediante informe de médico o psicólogo clínico, colegiados en España o cuyos títulos hayan sido reconocidos u homologados en España, y que deberá hacer referencia:

      1. A la existencia de disonancia entre el sexo morfológico o género fisiológico inicialmente inscrito y la identidad de género sentida por el solicitante o sexo psicosocial, así como la estabilidad y persistencia de esta disonancia.
      2. A la ausencia de trastornos de personalidad que pudieran influir, de forma determinante, en la existencia de la disonancia reseñada en el punto anterior.
    2. Que ha sido tratada médicamente durante al menos dos años para acomodar sus características físicas a las correspondientes al sexo reclamado. La acreditación del cumplimiento de este requisito se efectuará mediante informe del médico colegiado bajo cuya dirección se haya realizado el tratamiento o, en su defecto, mediante informe de un médico forense especializado.

    2. No será necesario para la concesión de la rectificación registral de la mención del sexo de una persona que el tratamiento médico haya incluido cirugía de reasignación sexual. Los tratamientos médicos a los que se refiere la letra b del apartado anterior no serán un requisito necesario para la concesión de la rectificación registral cuando concurran razones de salud o edad que imposibiliten su seguimiento y se aporte certificación médica de tal circunstancia.

    Si nos paramos a mirar el apartado 1 de este artículo, parece que, para hacer efectivo el derecho constitucional a la dignidad y al libre desarrollo de la personalidad, además de ser español, hay que ser un transexual «certificado» como los productos con denominación de origen. Si el psicólogo o el psiquiatra no te han puesto el sello de «enfermo mental» no puedes cambiar de nombre y sexo legal. Por otra parte, eso que de te certifiquen como «enfermo mental» sólo porque tu personalidad no se adecua a lo esperado, a lo que hace todo el mundo, tampoco me parece que sea algo muy digno. De hecho hay personas que consideran que el procedimiento que se sigue para diagnosticar la transexualidad, que incluye preguntas muy íntimas y en algunos casos entrevistas con familiares y amigos, test de la vida real y todas esas cosas, atenta directamente contra la dignidad de la persona.

    La conclusión es que, si mantienes tu dignidad no permitiendo que se te catalogue como enfermo mental, no puedes tener la dignidad de un nombre acorde con tu identidad. Para poder hacer efectivo el derecho a la dignidad a través de la rectificación del sexo registral, hay que dejarse estigmatizar y pasar por un procedimiento indigno. Es decir que, actualmente, el artículo 10 de la Constitución no existe para las personas trans.

    Aún hay más. Dice el artículo 19 de la constitución:

    Los españoles tienen derecho a elegir libremente su residencia y a circular por el territorio nacional.Asimismo, tienen derecho a entrar y salir libremente de España en los términos que la Ley establezca. Este derecho no podrá ser limitado por motivos políticos o ideológicos.

    Puesto que el informe psicológico tiene que estar realizado por un psicólogo o médico colegiado en España (o con el título homologado y reconocido en el estado español), una persona transexual que resida en el extranjero tampoco puede tramitar el cambio de nombre y sexo legal. Aunque la constitución nos da el derecho a entrar y salir de España cuando y como queramos, y a vivir donde nos de la gana, si eres transexual, tendrás que residir en el Estado Español hasta que te den el dichoso diagnóstico, o joderte sin poder arreglar los papeles. Esto se podría decir que es casi, casi, una especie de secuestro y no sé hasta que punto no sería motivo para pedir un recurso de amparo ante el Defensor del Pueblo, por violación de los derechos y libertades fundamentales garantizados por la Constitución.

    Respecto a la necesidad de haber sido médicamente tratado durante 2 años, al menos no especifica que tenga que ser certificada por un médico colegiado en España, y además, elimina la necesidad que había antes de que un médico forense te hiciese un humillante reconocimiento físico, aunque algunos registros civiles aún lo exigen, actuando así en vía de hecho. Otra cosa es que, al parecer las personas que han decidido no modificar su cuerpo con hormonas, o no mutilarse, manteniendo su integridad física, no pueden hacer el cambio de nombre.

    El artículo 15 de la Constitución dice así:

    Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que, en ningún caso, puedan ser sometidos a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes. Queda abolida la pena de muerte, salvo lo que puedan disponer las Leyes penales militares para tiempos de guerra.

    Tristemente, el artículo 15 de la constitución no es para las personas transexuales. Nosotros estamos obligados a renunciar a nuestra integridad física, queramos o no, aunque al menos ya no se nos obliga a esteririlzarnos de manera definitiva a través de la cirugía, y se nos permite mantener nuestra integridad física «por motivos de salud». Desconozco si la inevitable pérdida de fertilidad que conlleva la terapia de reemplazo hormonal se podría considerar un menoscabo de la salud que justificase el no someterse a modificaciones físicas. Claro que, para empezar, lo más probable es que la persona que dijese que tiene intenciones de reproducirse, sería rechazada en la fase de diagnóstico psiquiátrico.

    Artículo 5. Efectos.

    1. La resolución que acuerde la rectificación de la mención registral del sexo tendrá efectos constitutivos a partir de su inscripción en el Registro Civil.

    2. La rectificación registral permitirá a la persona ejercer todos los derechos inherentes a su nueva condición.

    3. El cambio de sexo y nombre acordado no alterará la titularidad de los derechos y obligaciones jurídicas que pudieran corresponder a la persona con anterioridad a la inscripción del cambio registral.

    Artículo 6. Notificación del cambio registral de sexo.

    1. El Encargado del Registro Civil notificará de oficio el cambio de sexo y de nombre producido a las autoridades y organismos que reglamentariamente se determine.

    2. El cambio de sexo y nombre obligará a quien lo hubiere obtenido a solicitar la emisión de un nuevo documento nacional de identidad ajustado a la inscripción registral rectificada. En todo caso se conservará el mismo número del documento nacional de identidad.

    3. La nueva expedición de documentos con fecha anterior a la rectificación registral se realizará a petición del interesado, su representante legal o persona autorizada por aquel, debiendo garantizarse en todo caso por las autoridades, organismos e instituciones que los expidieron en su momento la adecuada identificación de la persona a cuyo favor se expidan los referidos documentos, mediante la oportuna impresión en el duplicado del documento del mismo número de documento nacional de identidad o la misma clave registral que figurare en el original.

    Artículo 7. Publicidad.

    No se dará publicidad sin autorización especial de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de la persona.

    DISPOSICIÓN ADICIONAL PRIMERA. Adición de un apartado 3 al artículo 7 de la Ley 14/2006, de 26 de mayo, sobre técnicas de reproducción humana asistida.

    Se modifica el artículo 7 de la Ley 14/2006, de 26 de mayo, sobre Técnicas de reproducción humana asistida, que queda redactado como sigue:

    Artículo 7. Filiación de los hijos nacidos mediante técnicas de reproducción asistida.

    1. La filiación de los nacidos con las técnicas de reproducción asistida se regulará por las leyes civiles, a salvo de las especificaciones establecidas en los tres siguientes artículos.

    2. En ningún caso, la inscripción en el Registro Civil reflejará datos de los que se pueda inferir el carácter de la generación.

    3. Cuando la mujer estuviere casada, y no separada legalmente o de hecho, con otra mujer, esta última podrá manifestar ante el Encargado del Registro Civil del domicilio conyugal, que consiente en que cuando nazca el hijo de su cónyuge, se determine a su favor la filiación respecto del nacido.

    DISPOSICIÓN ADICIONAL SEGUNDA. Reexpedición de títulos o documentos.

    A efectos de abono de tasas por reexpedición de los títulos o documentos, la rectificación de la mención del sexo en el Registro Civil no se considera causa atribuible a la persona interesada.

    Así a primera vista, estos no están mal. Están hasta bien. Aunque no me extrañaría que alguien más versado que yo en estos temas les encuentre alguna pega.

    DISPOSICIÓN TRANSITORIA ÚNICA. Exoneración de la acreditación de requisitos para la rectificación de la mención registral del sexo.

    La persona que, mediante informe de médico colegiado o certificado del médico del Registro Civil, acredite haber sido sometida a cirugía de reasignación sexual con anterioridad a la entrada en vigor de esta Ley, quedará exonerada de acreditar los requisitos previstos por el artículo 4.1.

    No deja de resultar curioso que, si te «operaste» antes de que saliese la ley, no sea necesario tener el certificado de tener un trastorno mental y todas las mil quinientas, mientras que si te operas después, sí lo necesitas todo. ¿Por qué? ¿Qué diferencia hay entre una situación y otra? Entiendo que las leyes deben ser irretroactivas, pero en este caso no es un caso de irretroactividad, puesto que no indica que se aplique la norma anterior… Supongo que por ahí irán los tiros.

    Finalmente:

    DISPOSICIÓN FINAL SEGUNDA. Modificación de la Ley del Registro Civil, de 8 de junio de 1957.

    La Ley del Registro Civil, de 8 de junio de 1957, queda modificada como sigue:

    • Uno. El primer párrafo del artículo 6 quedará redactado de la siguiente forma:
    • El Registro es público para quienes tengan interés en conocer los asientos, con las excepciones que prevean ésta u otras leyes.

    • Dos. El segundo párrafo del artículo 15 quedará redactado de la siguiente forma:
    • En todo caso se inscribirán los hechos ocurridos fuera de España, cuando las correspondientes inscripciones deban servir de base a inscripciones exigidas por el derecho español.

    • Tres. El segundo párrafo del artículo 54 queda redactado como sigue:
    • Quedan prohibidos los nombres que objetivamente perjudiquen a la persona, los que hagan confusa la identificación y los que induzcan a error en cuanto al sexo.

    • Cuatro. El artículo 93.2 queda redactado como sigue:
    • 2. La indicación equivocada del sexo cuando igualmente no haya duda sobre la identidad del nacido por las demás circunstancias, así como la mención registral relativa al sexo de las personas en los casos de disforia de género.

    Esta disposición reconoce la inscripición de los hechos sucedidos en el extranjero, por lo que un español residente en el extranjero debería poder hacer la rectificación de la mención registral de sexo ¿no? Eso está muy bien, pero… que me explique cómo, si las condiciones para hacerlo no se pueden cumplir si vives en el extranjero.

    Lo de que quedan prohibidos los nombres que creen confusión respecto al sexo de la persona, va en contra del artículo 14 de la constitución. Ese no lo voy a copiar porque es el único que nos sabemos todos… Todos los españoles son iguales ante la ley, sin que quepa discriminación por razón de […] sexo, etc. Impedir que alguien que es legalmente mujer, como yo, por ejemplo, se llame «Pablo» es discriminación por razón de sexo. Cada cual debería poder llamarse como quiera.

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    Derecho a cabrearse.

    Tras la anterior entrada, mi intención era seguir escribiendo sobre la Ley 3/2007. Sin embargo desde la semana pasada han pasado varias cosas, entre ellas un terrible resfriado, de los que hacen época, que me ha tenido sin poder respirar, hablar o moverme, y mucho menos pensar, y el segundo acto transfóbico en quince días proveniente de alguien muy cercano a mí (aunque no de la familia, menos mal). Así que he decidido hacer un kit-kat (una pausa) y hablar sobre transfobia.

    Normalmente, al hablar de transfobia, pensamos en insultos directos, en discriminación laboral, en asesinatos, en… en cosas de esas. Sin embargo, en muchas ocasiones, la transfobia es sutil, e incluso a veces nosotros mismos somos los primeros que la practicamos, sobre nuestra propia carne.

    No sé qué pasará después de que publique esta entrada. Mi blog ya dejó de ser anónimo hace bastante tiempo, y quizá haya quien opine que lo utilizo para atacar desde un medio público que controlo a personas que no pueden responder aportando su versión del asunto. Es posible que después de esta entrada, mi lista de amigos se acorte en algunos nombres.

    El primer ataque «transfóbico» me vino de una persona en la que confiaba, con la que compartí cosas muy íntimas, y que colgó un texto en Facebook el que, sin mencionar la transexualidad, exponía una serie de ideas y teorías científicas no comprobadas que a menudo se han utilizado en otros ámbitos para un ámplio abanico de cosas, desde la justificación de la patologización de la transexualidad como enfermedad psiquiátrica hasta la propuesta de posibles prácticas que rozan la eugenesia. Por si cabía alguna duda de que el texto iba dedicado a mí, lo acompañó de un extraño comentario en el que hacía referencia al DSM-V (el borrador del DSM-V ya ha salido, y la transexualidad sigue apareciendo en él, con un leve lavado de cara que sólo empeora las cosas).

    Se trataba de un texto que, en resumen, relacionaba lo siguiente:

    – La teoría (no sé si demostrada) de que las infusiones de hormonas durante el embarazo hacen que los dedos anulares sean más cortos o más largos (a más testosterona, más largo el dedo anular).

    – La teoría NO DEMOSTRADA de que las infusiones de hormonas en el cerebro hacen que el cerebro del feto se desarrolle con forma masculina o femenina (con mucha testosterona, cerebro masculino, con estrógenos, cerebro femenino).

    – La conclusión de que si tienes el anular más largo que el índice, recibiste mucha testosterona durante el embarazo, y tu cerebro es masculino, y si tienes el anular más corto o de longitud similar al dedo índice, tu cerebro será femenino.

    – La conclusión de que el tener el dedo anular largo en las mujeres explica que estas sean más «masculinas de lo normal», presentando actitudes que son por naturaleza masculinas, o que tener el dedo corto en los hombres explica que estos sean más «dóciles» y tengan actitudes que son, por naturaleza femeninas.

    Un texto tan completito que lo voy a buscar por internet (ya no tengo acceso al perfil de la persona que lo colgó, porque la desagregué casi de inmediato) y como lo encuentre, lo pongo aquí, comentado.

    El segundo ataque transfóbico vino de alguien a quien durante muchos años he considerado como un amigo, aunque cada vez con más reservas, y que está casado con otra persona que a la que también tengo por amiga, esta vez sin reservas, desde hace tantos años como a él. Habíamos quedado él, su mujer, otra amiga y yo para pasar el puente recordando viejos tiempos, hablando de amigos comunes y disfrutando en general de nuestra compañía mutua. La última noche, este tipo dijo: «yo lo he pasado muy bien, pero la proxima vez a ver si os traéis a un hombre, para que pueda hablar con él».

    Bien, bien, detengámonos aquí un momento. Esta es MI versión. Esto es como yo veo las cosas. Si preguntásemos a la persona que colgó ese texto lleno de barbaridades, muy probablemente diría que ella y yo llevábamos ya varios días «de mal rollo», que yo estaba muy susceptible, que en ningún momento cuando colgó ese texto lo hizo para hacerme daño o atacarme de ningún modo, y que, además, ella nunca dijo que estuviese de acuerdo con el texto que estaba difundiendo, sino que lo ofrecía para que cada cual sacase sus propias conclusiones. El texto, como ya he dicho, no decía nada sobre transexualidad, y si yo vi algo, o lo relacioné con la transexualidad de alguna manera, fue una interpretación mía, sin base alguna y que ella no podía prever.

    En el segundo caso, mi «amigo» no es que quisiera decir que yo no soy un hombre… es que yo estaba en muy buena sintonía con las chicas, y él necesitaba a un cómplice con el que resoplar y decir «pffffffff… ay que ver como son las tías» mientras ambos ponían cara de «no hay quien las entienda».  Además, también buscaba a alguien con quien mirar las tetas a las tías descaradamente y darse codazos. Pero como yo estaba en buena sintonía con las chicas y no las menospreciaba, y le daba vergüenza darme codazos mientras miraba las tetas de las tías porque ha pensado que yo era una mujer durante muchos años, yo no servía como cómplice. Así que en realidad no es que quisiera decir que yo no soy un hombre, sino que no tenía confianza conmigo para hacer «cosas de tíos».

    En realidad, como se puede comprobar, yo no tengo derecho a enfadarme. Lo que pasa es que soy un egocéntrico, me creo que el mundo gira alrededor de mí, y estoy completamente a la defensiva. Todo lo que se me diga puede ser interpretado como un ataque. Y, además, debería ser más comprensivo con la gente. No puedo enfadarme simplemente porque alguien no haya usado la palabra exacta. ¡Caray! ¡Que susceptible soy!

    Yo podría pensar todo eso. También podría pensar que «no ofende quien puede, sino quien quiere». Además, no debería hacerles caso, y tendría que dejar que dijesen todo lo que quieran sobre mí. ¿Por qué me importa tanto la opinión de la gente?

    Es lo que me decían en mis tiempos de instituto, cuando la gente me insultaba a gritos por la calle. En realidad, la culpa no era de ellos, que me insultaban, sino mía, que permitía que sus insultos me molestasen. ¡Yo debería estar por encima de eso!

    Además, soy transexual. Ya se sabe que a la gente le cuesta asumir eso. Hay mucho desconocimiento de lo que puede molestar o no molestar, hay que ser tolerantes y entender que la gente no va con mala intención. No me lo puedo tomar todo tan a pecho.

    Sí, podría pensar todo eso. Alguien debería explicar a quienes dicen estas cosas que  «no hacer caso» y relacionarse con los que «te quieren ofender, pero no pueden, porque tú estás por encima de esas cosas» es imposible. El resultado de toda esa superioridad y fortaleza moral que, si la tuvieras, serviría para que no te afectase la opinión de los demás, es que se queda uno más solo que la una. No puedo «no hacer caso» a alguien que me ha insultado, e irme a tomar café con él como si nada, porque como soy tan fuerte, aunque ha intentado ofenderme, no ha podido. Y como no ha podido ofenderme, no ha hecho nada malo.

    Alguien debe decir que si nos ofenden, nos insultan, nos hacen sentir mal… no es nuestra culpa. Ser trans no es una vergüenza, y no debe obligarnos a aceptar que cualquiera nos diga la primera impertinencia que se le venga a la cabeza con impunidad. El desconocimiento tampoco es excusa. No conocer una ley, no exime de su cumplimiento. No conocer lo que es el respeto o la vergüenza no es motivo para que yo tenga que ser comprensivo ante la desvergüenza ajena.

    La transfobia interna, el odio hacia uno mismo, la incomprensión hacia lo que uno mismo es, puede hacer que nos creamos todas esas gilipolleces que justifican la transfobia de los demás. Nosotros en su lugar quizá haríamos lo mismo. Tal vez nos lo merezcamos.

    Yo podría pensar todas esas gilipolleces, pero no lo hago. Reivindico el derecho a cabrearme. Es más, estoy tan enfadado que, tras cruzar un par de párrafos con la del texto de Facebook, decidí que no quería saber más del tema y corté todo contacto, negándome al intento que ella hizo de «arreglar» las cosas. Estoy tan cabreado que me he quedado con las ganas de partirle la cara a mi «amigo», y eso que yo nunca he pensado que la violencia fuese la solución de nada. Tan cabreado que si mi amigo se disculpase, le aceptaría la disculpa, pero no le perdonaría. Y, lo peor de todo, es que no me siento mal por estar así de cabreado. No me siento egoista, susceptible, intolerante, que me lo tomo todo a la tremenda y no tengo paciencia con nadie. No siento que exista alguna excusa para justificar esos comportamientos ni creo que esté haciendo mal al no ser nada razonable y dejar una puerta abierta para que me expliquen el porqué me han atacado como lo han hecho. No siento haber hecho nada para haber sido agredido de esa manera.

    Las personas trans no somos los únicos que somos agredidos así. También lo son los obesos, gays y lesbianas, discapacitados, los calvos, los zurdos, los feos (¡sobretodo las feas!), los que tienen las orejas grandes, los negros, los moros, los gitanos… Pero eso no me consuela. Ni tampoco sirve para hacerme sentir que debo bajar la cabeza y aguantar el chaparrón como toooodos los demás, porque «la gente es muy mala».

    Insisto, reivindico mi derecho a caberarme. Y también reivindico mi derecho a poner como hoja de perejil a estas personas en mi blog, sin darles oportunidad de defenderse. Uso la ventaja que tengo, igual que ellos usan la ventaja que tienen de no ser trans, y me quedo tan tranquilo. Al menos quien se quiera enfadar conmigo por ello, tendrá motivos claros e incontestables de enfado.

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