Archivo mensual: enero 2012

Dos años de hormonación (I)

El día 26 de enero cumplí los dos años de hormonación, lo que significa que ya tengo el otro requisito necesario para pedir la rectificación registral de sexo y cambio de nombre. ¡Por fin!

La verdad es que estoy muy contento, y hasta me he pillado pensando que, cuando tenga mi carnet de identidad con los datos correctos, si a alguien se le ocurriese decirme que no soy un hombre, ya hasta podría sacarlo y decirle «pues aquí pone que sí. Mira, mira.» Porque, en realidad, de eso es de lo que va todo esto. De acumular pruebas para demostrar a los demás que eres un hombre o una mujer, y así lograr que te traten como tal. Porque no todo el mundo puede tener el privilegio de ser hombre, o de ser mujer: es necesario cumplir ciertos requisitos. Dios-la naturaleza-la biología-la medicina-la ley-la sociedad- así lo establece, y sus normas son inmutables e incontestables (bueno, no tan inmutables, de hecho cambian muy rápidamente, pero los imbéciles del mundo no se dan cuenta y creen que lo que es, ha sido siempre, será siempre, y es cierto para toda la especie humana, pues tienen la certeza de que sus creencias tienen la capacidad de transformarse en realidad. ¿No es cierto, Dra. Esteva? Usted sí que sabe quienes pueden ser mujeres, y quienes hombres, con total seguridad. ¿A que sí?)

De esta forma, lo que parece una cosa muy sencilla (cambiar de nombre y sexo legal, mediante un trámite administrativo para el que se requieren tan sólo dos requisitos) llega a convertirse en una auténtica gymkana con la que una persona transexual puede «divertirse» a lo largo de varios años.

Unx empieza con la siguiente certeza: «soy un hombre», «soy una mujer», aunque todos los indicios y las opiniones de las personas que están a su alrededor indiquen lo contrario. Si opinas una cosa distinta a esas dos, ya la has cagado antes de empezar: nuestro registro civil sólo admite dos posibilidades. Pero puedes nacionalizarte en Australia… allí admiten tres. En Pakistán, han empezado a admitir recientemente cinco (hombre, mujer, hombre transexual, mujer transexual, y Khunsa-e-mushkil, aunque no se permite cambiar de hombre «a secas» a mujer «a secas». Podrás cambiar sólo de hombre a mujer transexual o Khunsa-e-mushkil).

Total, que tú dices «soy hombre» o «soy mujer», y te convences a ti mismx en primer lugar, que es lo más difícil de conseguir, porque hasta el día de hoy no existe ningún rasgo o característica exclusivamente masculina o femenina que puedas encontrar para asegurarte. No hay pruebas que te puedas dar a ti mismx, tan sólo puedes confiar en tu propio criterio, y eso tampoco es tan fácil, sobretodo porque cuando das el paso de asumir que tu identidad de género no se corresponde con la que te han asignado los demás, no te encuentras precisamente en tu mejor estado de ánimo. En realidad te sientes más proclive a creer que se te ha ido la olla de verdad, total y definitivamente.

Sin embargo, mirando atrás, quizá ese haya sido el momento más especial de toda mi vida. Un momento que las personas que no son trans difícilmente pueden tener: el momento en que decides seguir viviendo, cuando ya no querías vivir. Escribiré sobre ello en otra ocasión.

Una vez que te convences a ti mismx (lo que en mi caso ocurrió entre julio y agosto de 2008), tienes que convencer a lxs demás. A tu familia. A tu pareja. A tus amigos y amigas. A tus hijos e hijas, si es que tienes. A tus padres, si aun viven. Evitar que te echen de casa (se de una chica trans que fue denunciada por su pareja por violencia de género, pues la pareja consideraba que decirle que era transexual suponía acoso moral. Un juez imbécil admitió la denuncia. Gracias a eso, esta chica perdió su trabajo y desde entonces está en paro. Curiosamente, al final se reconcilió con su pareja, que ahora tiene que ganar dinero ella sola para mantener a toda la familia). ¿Y cómo les convences? Con los mismos argumentos que usaste para convencerte a ti, contra toda evidencia.

Luego, tienes que convencer a un psicólogx o psiquiatra. Con los mismos argumentos que a todxs lxs demás. Los que usaste para convencerte a ti. Por suerte a estas alturas, ya dominas la situación. Ha pasado mucho tiempo, has dado muchas explicaciones, has respondido muchas preguntas, y has hablado, gracias a internet, con muchas personas trans, que te han ayudado. Consigues el diagnóstico psiquiátrico, que es el primer requisito que te pide la Ley, y que, además, es la «llave» que te permite pasar a la siguiente prueba de la gymkana: las hormonas.

Ahora, con el diagnóstico, ya es mucho más fácil demostrar que eres un hombre o una mujer ante quienes no confiaban en tus argumentos. Puedes mostrárselo y decir «¿Ves? no es algo que me haya inventado yo. Aquí tengo un papel que certifica que soy unx taradx mental en toda regla, y que eso que venía diciendo todo este tiempo era verdad.»

Edit: este post ha sido publicado sin terminar, porque le di al botón de «publicar» en lugar de al de «guardar» como era mi intención, y como lo tengo puesto para que se autopublicite en Twitter después de cada publicación, pues… así se va a quedar. De todas formas, ya era bastante largo.

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Padres 3 – Mundo 1

Desde que empecé mi transición, las navidades han sido un momento muy complicado. En estas fechas viajo a Barcelona y me encuentro cara a cara con familia y amigos a los que no veo durante el resto del año (con algunos ni siquiera mantengo contacto). También son una época en la que la convivencia con mis padres se estrecha, ya que nos alojamos en la casa de mi abuela, que además de ser más pequeña, contiene dos personas más (mi abuela, obviamente, y mi hermana). En el viaje a Barcelona, los tres metidos en el coche durante nueve horas para ir, y otras nueve para volver, da tiempo para hablar mucho. Pero mucho, mucho.

Además, por lo general procuro no mezclar a mis padres con el resto de mi vida. Cuando estoy con ellos, no estoy con nadie más. Eso lo hace todo más fácil para mí, porque es muy complicado mantener el tipo en público cuando tus padres se dirigen a ti en un género que no es el correcto: le dan pie al resto del mundo a que haga lo mismo. ¿Cómo te van a reconocer los demás, si no te reconocen ni tus padres? Al mismo tiempo, mis padres también procuran no mezclarse demasiado en mis asuntos. Creo que, por una parte, los transexuales les damos un poco de asco (y también los maricones y las bolleras. Me parece que no han conseguido librarse de la idea de que nos pasamos todo el día practicando sexo vicioso, sucio y desenfrenado en orgías multitudinarias de flujos corporales y drogas). Por otra parte, sospecho que consideran que ya tienen conocimientos más que suficiente sobre temas trans, a saber: 1) son cosas de gente que se le va la olla, y 2) pretenden influir a la gente para que vote al PSOE son cosas de ideologías de izquierdas (al parecer preocuparse por los derechos de los maricones y ser de izquierdas son dos cosas inseparables, como la lluvia y las nuves).

En navidad, tal separación es imposible, ya que vamos juntos a muchos sitios (comidas familiares, principalmente) y eso supone, inevitablemente, relacionarnos con terceras personas además de nosotros tres.

Lo malo era que siempre que nos relacionábamos con terceras personas, ganaban ellos. Recuerdo muy bien que fue mi tía M.L. la primera que, delante de mis padres, se atrevió a tratarme en masculino, y después, mi tío Ricardo. Pero al margen de ellos, y de algunas pocas personas más (primas, hermana, tío…) para el resto del mundo yo era, simplemente “persona sin nombre de género innombrable”, y cuando no estaba delante, directamente Elena, de género femenino. “Es que, delante de tus padres me da corte”, me decían unos. “Me da miedo ofenderles”, se excusaban otros. Los más honrados, simplemente asumían que lo hacían, y que lo iban a seguir haciendo, sin tratar de explicar lo inexplicable (pero algunas veces, se desahogaban con mi hermana, tratando de buscar una forma mejor de hacer las cosas).

Cada navidad, la ganaban ellos. En la última casi, casi, quedamos empates, pero en la comida del día de reyes, con la familia paterna, remontaron ampliamente, alzándose con la victoria en el tiempo de descuento.

Por suerte, este año no ha habido comida con la familia de mi padre (y si la hubiese habido, no habría ido. Ya no tengo edad de poner el cuerpo y la cara donde no me quieren, o al menos, tengo edad suficiente como para, en caso de tener que hacerlo, no hacerlo gratis), lo que ha facilitado mucho las cosas. Por otra parte, para el resto del mundo se hace cada vez más sencillo y natural llamarme Pablo y tratarme en masculino, mientras que el otro nombre y el otro género se vuelven cada vez más extraños.

Si en otras ocasiones sentí solidaridad, o al menos comprensión hacia la posición de mis padres, este año no la he visto por ninguna parte. En realidad, lo que he visto ha sido que ambos (¡incluido mi padre!) se cortaban y procuraban no tratarme en femenino cuando había otras personas delante. Les he visto solos contra el mundo, e incluso creo que, de algún modo, empezando a preguntarse si tiene sentido continuar tratando de actuar como si no pasase nada, con la esperanza de que a base de ignorarme, se me pase la tontería, y no llegue a hacer realidad algo que… ya es realidad desde hace mucho tiempo. Este año no ha sido el resto del mundo el que ha retrocedido ante mis padres, sino que han sido mis padres quienes han tenido que retroceder ante los demás. Primer punto a mi favor en esta partida… Aunque lo ideal sería que no fuese necesario llevar ningún marcador.

El reconocimiento social de las identidades trans es fundamental. Es un reconocimiento que se construye persona a persona, pero que es mayor que la suma de sus partes, puesto que se convierte en una corriente social que deja aislados a los individuos que quedan fuera de la misma. La única manera de conseguirlo es haciéndonos visibles, pero no sólo visibles por salir en la televisión, reportajes u otros medios de comunicación, sino por ser visibles en nuestra vida cotidiana.

El máximo reconocimiento social es el reconocimiento del Estado. Por eso es tan importante que la ley nos permita cambiar de nombre y sexo legal. No se trata tan sólo de lo desconcertante que es tener dos nombres (el tuyo, y el que pone en las cartas que te trae el cartero, o en las facturas que haces y te hacen). No se trata sólo de la facilidad para encontrar un trabajo, de poder estudiar sin que todos tus compañeros se enteren de si eres trans o no eres trans, de poder pagar con tarjeta de crédito sin que nadie te ponga caras raras, o incluso de poder viajar a ciertos países que se niegan a permitir la entrada a personas trans (ocurrió a una pareja de transexuales judíos, chico y chica, que pretendían entrar en Egipto como turistas). Todo eso es importante, pero quizá lo más importante de todo sea que, si el Parlamento es el representante de la voluntad de las personas que forman la nación, en el momento en que un parlamento aprueba una ley por la que te reconoce, está manifestando, simultáneamente, el reconocimiento por parte de la sociedad en general, de forma incontestable.

La mayoría de la gente, por supuesto, no piensa eso conscientemente, pero quienes están a favor sí piensan “pues me parece muy bien” (cosa que no se habrían planteado antes), y quienes están en contra, seguirán en contra, pero al mismo tiempo pensarán “pues nos tendremos que joder y convivir con ellos”. Esa voluntad de convivir aunque sólo sea porque no queda más remedio, es la que marca la diferencia.

Por eso es tan bueno que en España muchas (no todas) las personas trans podamos cambiar los papeles de manera más o menos sencilla. Mejor sería si el proceso fuese más simple (yo llevo ya más de tres años, y todavía no he podido ni iniciarlo), e incluyese a cualquiera que desease cambiar de nombre y sexo legal, sin mayor condición que la propia voluntad de la persona, pero espero que veré el día en que eso sea posible.

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Los números de 2011

Los duendes de las estadísticas de WordPress.com prepararon un reporte para el año 2011 de este blog.

Aqui es un extracto

La sala de conciertos de la Ópera de Sydney contiene 2.700 personas. Este blog fue visto cerca de 27.000 veces en 2011. Si fuese un concierto en la Ópera, se necesitarían alrededor de 10 actuaciones agotadas para que toda esa gente lo viera.

Haz click para ver el reporte completo.

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