Archivo mensual: diciembre 2012

Respecto a la “disforia de género”

Como cada vez que la APA hace algún pequeño avance en la publicación de su nuevo manual diagnóstico, surge en algún que otro periódico la noticia de que la transexualidad ya no será considerada una enfermedad en el DSM. Noticia que, por cierto, es falsa. La transexualidad continuará contemplada en el DSM (ya escribí sobre ese tema en el blog de la.trans.tienda), sólo que la APA se preocupa por aparentar que no, y así quedar como que son muy buenos y despatologizadores, al mismo tiempo que conservan a sus pacientes trans, obligadxs a ir a la consulta y recibir el correspondiente diagnóstico psiquiátrico antes de recibir ningún tipo de tratamiento médico o reconocimiento legal (excepto en Argentina, donde han pasado olímpicamente del DSM y de los SOC, y  cada cual hace con su cuerpo y con su vida lo que mejor le parece, o lo que buenamente puede, para intentar ser medianamente feliz en su vida, como debe ser).

Lo que la APA va a hacer en realidad es cambiar el “trastorno de identidad de género” por la “disforia de género”. La justificación es la siguiente: el “trastorno de identidad de género” venía a decir que yo tengo una enfermedad mental que consiste en querer ser un hombre, cuando en realidad soy una mujer. Cosa que, para el que siga este blog desde hace un tiempo, hace aguas por todas partes, y como ya lo he explicado muchas veces, no lo voy a repetir (pero si quieres más información, puedes revisar las entradas más antiguas; hay muchas sobre el mismo tema, pero no están ordenadas). La nueva “disforia de género” se define como “una marcada incongruencia entre la propia experiencia/expresión de género y/o las características sexuales primarias o secundarias”, y es una idiotez.

A ver ¿qué tiene que ver la experiencia del género con las características sexuales? ¿Cómo va a ser congruente o incongruente una experiencia que es social, con la forma del cuerpo? ¿Qué tiene que ver la experiencia del género de una persona con el tono de su voz? ¿Si una persona experimenta su género como mujer, pero tiene la voz grave, existe una incongruencia? ¿Si una persona experimenta su género como hombre, pero tiene tetas, existe una incongruencia? Porque mi prima tiene la voz tan grave, que cuando habla por teléfono, las teleoperadoras le preguntan que si está la señora de la casa, y un vecino de mi tienda tiene las tetas más grandes que muchas de mis amigas, y tanto mi prima, como mi vecino, son cisexuales ¿Tienen ellos disforia de género? No, claro que no. Pero yo sí la tendré, cuando el DSM cambie ¿Cuál es la diferencia entre ellxs y yo, para que ellxs no experimenten “incongruencia entre su expresión de género y sus características secundarias” y yo sí? Que ellxs están de acuerdo con el sexogénero que se les asignó al nacer, y yo no.

No me fastidies, Asociación de Psiquitras Americanos. Esa definición es una chapuza. Has tenido a una legión de psiquiatras y psicólogos trabajando durante varios años para hacer la definición de “disforia de género”, recibiendo comentarios de gente de todo el mundo… ¿Y os sale mal? No quiero ni imaginarme como haréis las terapias… Más nos valdría que os dedicaseis a otra cosa. A poder ser, a algo que no causase daño a otras persona. Ineptos. Inútiles. Incompetentes… ¡Y encima cobráis! Seguro que con un sueldo de un mes de los vuestros, yo puedo vivir medio año, como mínimo (claro, y por eso no os vais a dedicar a otra cosa, sino que continuaréis con lo mismo).

Lo que en realidad quería decir la APA, según me parece, es que la “disforia de género” es el sentimiento de fuerte malestar y sufrimiento al ser visto por los demás, o por uno mismo, como perteneciente a un sexogénero no deseado. “Disforia” sería lo contrario a “euforia”. Y puede venir provocado porque los demás te vean como hombre o como mujer, cuando tú no te sientes así, como porque tú veas en ti cosas que entiendes “de hombre” o “de mujer” y que no soportas que estén en tu cuerpo. Puede venir provocado porque los demás te traten en el género no elegido contra toda evidencia (como, por ejemplo, cuando un periódico se empeña en hablar en masculino de una mujer transexual, a pesar de que nadie diría que es un hombre, desde ningún punto de vista), o porque los demás te traten en el género no elegido porque al verte creen que ese es el género correcto (en función de tus caracteres sexuales secundarios, generalmente, ya que la gente no suele ir por ahí enseñando sus genitales. Claro que también hay situaciones en que la gente se desnuda por completo, y son mucho peores). Puede ser algo social, o físico, que venga desde los demás, o que venga desde tu interior.

Sin embargo, visto de esta manera, la disforia de género no puede abarcar todas las experiencias trans, sino únicamente una. Kim Pérez  distingue entre la transexualidad por desidentificación y la transexualidad por identificación. La transexualidad por desidentificación sería el resultado de un “no quiero ser”, una huida del género asignado en el nacimiento. Pero, como señala Kim, para poder decir “no quiero ser”, primero es necesario haber afirmado “soy”. La disforia de género, en mi opinión, sería el sentimiento resultante del «conflicto profundo que suponga el paso del concepto “soy” al de “no quiero serlo”».

Pero también está la transexualidad por identificación, de la que Kim nos dice «que lo fundamental es un “soy”, o un “quiero ser”, o un “puedo ser”. No hay nada conflictivo en esto. Es una constatación agradable y apacible. Los conflictos llegarán después, a la hora de decirlo o socializarlo, pero este sentimiento ha surgido por adhesión, por afinidad o simpatía». No hay aquí, disforia de género, o cuando la hay, se da en mucha menor medida que en la transexualidad por desidentificación. Por tanto asimilar “disforia de género” a “transexualidad” es un error garrafal.

También es un error peligroso. Si para conseguir tratamientos médicos específicos para la transexualidad, que son, a su vez, requisitos necesarios para obtener un reconocimiento legal de género, es necesario un diagnóstico psiquiátrico de “disforia de género” ¿Sólo serán merecedoras de atención sanitaria aquellas personas que viven una experiencia trans por desidentificación, quedando fuera las que viven una experiencia trans por identificación? Porque, una y otra vez, el problema con el diagnóstico es el mismo: ver quienes se van a quedar fuera. El objetivo del diagnóstico es únicamente limitar el acceso a la atención sanitaria las personas solicitante, de modo que no todas (solo las que obtengan el diagnóstico) tengan acceso a los tratamientos específicos para las personas trans.

¿Seguiría yo siendo merecedor de la atención sanitaria? No he vivido más que un leve sentimiento de disforia de género, y ha sido únicamente en función de que mis caracteres sexuales secundarios impedían que los demás me viesen como yo quería ser visto. Cuando mis padres u otras personas me tratan en femenino, no pienso “¡no quiero ser una mujer!”, no tengo un sentimiento de disforia de género, sino que pienso “¡me estás faltando al respeto! ¿Quién eres tú para tratar de imponerme quien soy?”. Es indignación. Además, la disforia de género, como categoría diagnóstica, y a diferencia de la transexualidad, ofrece una salida (posiblemente una de las pocas ventajas de esta nueva categoría). Una vez que la persona ha acomodado sus caracteres sexuales a los del sexo preferido, deja de sufrir disforia de género. Según esto, una vez que me hubiese sometido a todas las cirugías pertinentes, yo dejaría de tener disforia de género. Entonces ¿cómo se justifica el mantenimiento de los tratamientos médicos, una vez que ha cesado la causa que llevo a su prescripción? ¿Cómo justificar que se continúe administrando un tratamiento hormonal?

La disforia de género no se sostiene. Todavía no ha nacido, pero ya se cae a trozos. Autorxs con más conocimiento que yo elaborarán sus propias críticas, y señalarán puntos distintos. Sin embargo, la suerte está echada, y el DSM ya se está preparando para sacar su versión definitiva. Saldrá en marzo de 2013, y tendremos que volver a leer en los periódicos que la transexualidad ya no será considerada una enfermedad, aunque siga siendo considerada una enfermedad.

Ahora, demostrada la incompetencia de la APA, y la falta de fiabilidad de su DSM como manual de referencia en lo tocante a transexualidad (y, como han denunciado muchxs expertxs de otros campos, también en lo tocante a otros supuestos “trastornos”), no queda más que ignorarlo y centrar los esfuerzos en generar una práctica despatologizadora de hecho, que ponga el poder de decisión a la hora de definir la propia identidad de género, y el propio cuerpo, en las manos de las personas transexuales, desde el derecho a la libre elección de identidad de género, sin el cual es imposible que las personas transexuales podamos hacer efectivo el libre desarrollo de nuestra personalidad, y el derecho a la dignidad.

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Proyecto Gloria

En el día mundial del VIH-SIDA, me gustaría que conocierais al Proyecto Gloria, una de las organizaciones más altruistas que he conocido. Durante dos años, yo mismo fui voluntario de este proyecto (aunque el grupo está en Madrid, y los contactos sólo eran virtuales), dando asesoramiento y acompañamiento a las personas que lo requerían desde el canal #sida del IRCHispano, con Trankilo-, y una médica muy simpática y paciente, que no recuerdo como se llamaba, y otros amigos y amigas con los que poco a poco perdí el contacto.

En este día, también me acuerdo de mi primer novio. Se llamaba Juan (supongo que se sigue llamando igual) y era seropositivo. Era mayor que yo: yo tenía 17-18 años, él tenía 30-31. Era el año 1997 (unos 10 meses), y él estaba en Barcelona, y yo en Málaga. En aquella época, Internet era algo que existía solo en algunas facultades, y en los carísimos cibercafés. La velocidad de la red de entonces, con modems de 56kb, se consideraría hoy ridícula, hasta de cara a conectarse con un teléfono móvil, aunque en realidad, nadie tenía internet en su casa, así que daba igual. Teníamos que pagar las llamadas de teléfono. Nos gastábamos un pastón. Él estaba en paro: era albañil, y contrabandista de tabaco, pero había dejado la albañilería, porque le daba miedo que perjudicase su salud, y el contrabandismo, porque su socio era su ex-suegro, y claro… ¡Menuda joya de chico fui a buscar! Él mismo me lo decía, y precisamente por eso, me dejó muy pronto. En aquella época no lo entendí, pero ahora que tengo la edad que él tenía entonces, sí lo entiendo, y me doy cuenta de que actuó con honradez. Me dejó a finales de noviembre, y el 1 de diciembre, con todo el mundo hablando del VIH, no podía dejar de pensar en él. La última vez que le vi, le estaban saliendo esas manchas oscuras en la piel. Mala señal. Luego le ofrecieron un tratamiento experimental, que él aceptó, y unos mese más tarde (cuando ya lo habíamos dejado, pero todavía éramos amigos)… ¡Carga viral indetectable! En su casa hicieron una fiesta con champán. Algún tiempo después, dejamos de hablar.

Se ha avanzado y se ha retrocedido mucho en lo tocante a VIH-SIDA. Ahora sabemos como se contagia, y como se previene el contagio. Sabemos como se desarrolla la enfermedad. En los primeros años de Proyecto Gloria, siempre había que lamentar la muerte de algunos compañeros a los que el virus les ganó la partida. Hoy en día, en los países con un alto nivel económico, ya nadie se muere de SIDA. El los países más pobres, sí. Incluso en aquellos países pobres en los que los gobiernos se comprometen a ofrecer tratamientos, estos llegan tan tarde, que cuando por fin comienzan, ya no son necesarios. Aproximadamente desde 2003-2004, morirse de SIDA, pasó a ser «cosa de pobres» en un país como España, en el que empezábamos a creernos ricos. Si la gente ya no se moría de SIDA ¿Para qué hacer campañas de prevención?

También es posible que las empresas farmacéuticas hayan podido convencer a alguien de que es más rentable no invertir en campañas de prevención. La rentabilidad funciona así: el político de turno no invierte en campañas de prevención, y la compañía farmacéutica en cuestión comparte con él los beneficios que obtiene vendiendo sus productos a un número siempre creciente de enfermos crónicos de la Seguridad Social. Todos ganan. En este contexto, la crisis trae una muy buena excusa para recortar en campañas de prevención. Las farmacéuticas estarán encantadas.

Por otra parte, muchas veces el dinero destinado a «campañas de prevención» se ha quedado en asociaciones de gays que compran preservativos, imprimen un par de carteles, y lo tienen todo dentro de su sede. Y digo asociaciones de gays, porque hasta ahora sólo una vez he visto un preservativo femenino en una campaña contra el VIH promovida por una asociación: extremadura entiende, que es una asociación de lesbianas, mujeres bisexuales y mujeres transexuales. Es decir, sin gays.

Las subvenciones de la lucha contra el SIDA, también en países pobres, han servido para proporcionar un medio de subsistencia cómodo a algunos llamados «activistas» que se han lucrado muy bien a base de no hacer lo que se supone que deberían estar haciendo.

Como suele decirse, entre todos la mataron, y ella solita se murió. Por supuesto, hay grupos que trabajan de verdad contra el VIH-SIDA, por ejemplo, Proyecto Gloria, y hay personas que se esfuerzan muchísimo sin obtener nada a cambio. Las subvenciones no suelen ser para ellos, y cuando les llega algo, es el trozo más pequeño de la tarta, si es que hay tarta. Sin embargo, parece que en lo tocante al VIH, como en la mayoría de las cosas, el auténtico problema que lo dificulta todo, es, sobre todo, la codicia, la ambición, y las ganas de aparentar ser más que los demás. Otra enfermedad, que afecta a las personas que no la padecen, y para la que hasta ahora no hay cura.

En fin, poniendo mi pequeño granito de arena, aquí van algunos consejos sobre el VIH que pueden ser útiles para cualquiera:

– Para evitar el contagio, sigue esta regla: si se moja, cúbrelo. La saliva, el sudor y las lágrimas no pueden trasmitir el VIH, pero los otros fluidos corporales, sí. Condones, film de cocina, y guantes de latex, te pueden ahorrar varios disgustos… porque, además, existen otras enfermedades que también son graves, y se contagian con mucha mayor facilidad que el VIH.

– Si has realizado una práctica de riesgo, hazte la prueba del VIH. Haztela a los 3 meses, y de nuevo a los 6 meses. Sí, que te digan que tiene VIH es jodido, pero más jodido es tener en tu cuerpo un virus que te puede matar, y morirte por no saberlo, cuando se podría haber evitado perfectamente.

– Si crees que podrías estar contagiado, además de hacerte las pruebas, no leas nada sobre el VIH. Como decía trankilo- en #SIDA, si lees que el primer síntoma del SIDA es que te sale un grano en el culo, al día siguiente tendrás un grano en el culo. No falla. Deberías haberte informado antes de tener esa práctica de riesgo. Harás bien en informarte después, porque está claro que te hace falta. Pero entre que sospechas que puedas estar infectado, y recibes los resultados, mejor que ni leas, ni escuches nada.

– Si eres paciente de la UTIG de Málaga, que sepas que te hacen la prueba del VIH y de la hepatitis B sin avisar. Desconozco la política que siguen en cuanto a informar de los resultados (creo recordar que hacer esas pruebas sin avisar, no es muy legal, pero no estoy del todo seguro, así que tal vez me equivoque), pero basta con pedir tus análisis para ver con tus propios ojos si estás infectado o no.

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