Archivo mensual: May 2009

La auténtica belleza

Hace unos días comentaba con una amiga que había conocido en persona a una chica que participa en un foro en el que mi amiga y yo también participamos. Es decir, virtualmente, una conocida común.

– Me han dicho que es muy fea – respondió mi amiga.

– ¿Fea? – dije moviendo la cabeza con desconcierto -. No, no es fea para nada…

En ese momento recordé que, en realidad, la primera impresión que había tenido de ella era que tenia una cara rara. No se me ocurrió calificarla como «fea», pero… supongo que, objetivamente, cualquiera podría decir que lo era.

La primera impresión no me atrajo para nada. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo y fuimos hablando y rompiendo el hielo (y había mucho hielo que romper), me di cuenta de varias cosas.

Me di cuenta de que tiene el cuello largo, y la curva de la nuca se le dibuja delicadamente, hasta acabar en unos hombros finos y perfectos. Me di cuenta también de que, a pesar de ser muy alta, se movía con gracia y soltura. Y también de que cuando sonríe se le iluminan los ojos de una forma muy especial.

Dicen que la belleza está en el interior, aunque lo cierto es que esa expresión suena a «premio de consolación». Es un poco como «el que no se consuela es porque no quiere». Sin embargo, para mi es algo totalmente cierto.

Conozco chicos y chicas realmente guapos, pero que estaban vacíos por dentro (o, peor aún, estaban llenos de cualidades indeseables), y al cabo de unos minutos había dejado de percibir en ellos el más mínimo atractivo. Una expresión cruel en la mirada, unos rasgos que no dicen nada, el tono desagradable de la voz, o un porte jactancioso, han sido detalles que me han hecho cambiar de opinión sobre personas que, objetivamente, eran muy bellas.

El problema con la belleza interior es que la mayor parte de la gente parece ser miope en lo relativo a ella. Una pena.

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Ya salió la convocatoria de la oposición

¡¡¡Por fin!!! Con muchísimo retraso, ya ha salido la tan esperada convocatoria de la oposición. Ahora ya se puede empezar a barajar fechas de exámen (a partir del 15 de septiembre, como poco, pero teniendo en cuenta la velocidad a la que están llendo las cosas, es posible que nos metamos en octubre…) y cifras.

¿Me interesa examinarme en la península, o mejor fuera? Mi idea inicial era irme a Ceuta, pero he visto que allí las notas de corte no son más bajas que en el resto de la península, e incluso las he visto un poco más bajas. Además, hay muy, muy pocas plazas, y después de presentarme a unas oposiciones con un número de plazas muy reducido, ya estoy escaldado. Luego las listas de interinos no se mueven ni para delante ni para atrás (o, a veces, sí que se mueven hacia atrás).

También he visto como son los criterios de corrección de los exámenes, y creo que todavía no estoy a la altura. Pero me falta poco…

Total, que con eso, y también gracias a mis amigos, vuelvo a tener ilusión por muchas cosas, y los ánimos repuestos.

Por otra parte… es que no aprendo. Sé que cuando hablo con algunas personas que están en mi misma situación, terminan contagiándome su ansiedad. Podría ser del revés y contagiarles yo mi paciencia… pero no, no pasa así.

Me gusta hablar con ellos, porque compartimos una serie de experiencias que nos permiten entendernos. Me hacen sentir acompañado. Pero soy demasiado empático, y acabo asumiendo sus sentimientos. Tengo que aprender a controlar eso.

Pero lo haré luego, cuando acabe de estudiar por hoy.

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Revisión de facturas.

Cuando tomé la decisión de empezar a luchar por ser yo mismo, había algo que me frenaba: el alto precio a pagar. Tenía toda mi vida planificada para vivirla bajo aquella otra identidad.

No sólo hice planes. También había trabajado mucho, había puesto muchas ilusiones, esperanzas y esfuerzos, y esperaba recoger los frutos de todo aquello. Pero sabía que la condición indispensable para ello era ser mujer.

Soy la misma persona que era. Me gustan las mismas cosas, pienso de la misma forma. También han habido cambios: ahora me comprendo mejor a mi mismo, y he encontrado la respuesta a ciertas cosas que yo solía hacer o pensar que nadie comprendía, ni siquiera yo. Ya no tengo que luchar conmigo mismo y, en general, estoy más tranquilo y feliz, aunque al mismo tiempo a veces sufra.

¿Por qué el yo que soy ahora no puede continuar con la vida del yo que era antes, si soy la misma persona? ¿Por qué el precio que he tenido que pagar para ser yo mismo ha sido renunciar a mi vida?

Me parecía un precio excesivo, pero lo pagué.

Hoy Mic ha firmado las escrituras del piso en el que íbamos a vivir los dos, y le han dado las llaves. Me alegro mucho por él, y espero que sea feliz allí, pero al mismo tiempo es como si revisase la factura de lo ya pagado. Como cuando echas cuentas y dices «sí, tenía que comprarlo, pero… ¡¡¡que caro está todo!!!».

En general, creo que no he hecho un mal trato, pues los éxitos en la vida no tienen sentido si no puedes disfrutarlos. También sigo pensando que aquí el más perjudicado no he sido yo, si no Mic, que es el que pagó la otra parte del precio, sin llevarse nada a cambio. Y friamente, entiendo por qué las cosas han tenido que ser así.

Pero la parte más irracional, la que no atiende a razones, sigue sin comprender por qué no podía ser todo más sencillo.

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Bajo de ánimos

Llevo ya una temporadilla bastante bajo de ánimos. Yo diría que unas tres semanas, aunque esta última está siendo la peor.

Todo empezó con una cierta incertidumbre. ¿Cómo me iban las cosas con la psicóloga? ¿Tardaría en hacerme el diagnóstico 6 ó 7 meses como de dijo, o necesitaría más tiempo? ¿Cuanto tiempo y por qué motivos voy a tener que seguir esperando?

Son una serie de dudas que es normal que me haga, y de las que creo que ya he hablado hace poco por aquí. Lo normal sería preguntarlo a la psicóloga y ya está.

Pero entonces surge otra duda. ¿Qué pasa si le pregunto? Y toooooodo el mundo dice que a la psicóloga nunca, nunca, nunca, hay que preguntarle nada. Todo el mundo menos Miguel, que es el tío más equilibrado del mundo, y una especie de «cruz roja anímica» entre sus amigos y conocidos.

Por fin el martes pasado fui a la psicóloga. Ya van cinco citas. Mientras esperaba, cosa que hice durante muuuuucho tiempo, no porque tuviese a gente delante, si no porque ella entró una hora y pico tarde (hay que decir en su defensa que ese día tenía una psicóloga residente, y supongo que a lo largo de esa hora estuvo instruyéndola respecto a lo que iban a hacer a lo largo del día de trabajo), conocí en la sala de espera a una chica (transexual) que corroboró la idea de que no debía preguntar a la psicóloga como iba la cosa.

– Yo una vez le pregunté – me explicaba – y se puso de una mala leche increible. Luego llamó por teléfono a la Esteva – Isabel Esteva es una de las endocrinas, y la jefe del equipo de la UTIG de Málaga – que estuvo super borde conmigo, con lo simpática que ella es.

Sin embargo… las declaraciones de esta chica terminaron por convencerme de que debía preguntar (cosa que ya tenía decidido que iba a hacer de todos modos), más que nada porque pensaba justo lo contrario que yo de todas las cosas sobre las que hablamos. O sobre las que habló, porque anda que no tenía palique…

Finalmente entré en la consulta y, tras el consabido test… hice mis preguntas. Y, como era de esperar, la psicóloga no me mordió ni nada. Me respondió que el procedimiento tiene sus tiempos y necesita sus cosas, y hasta que no está todo completado, no se pueden sacar conclusiones, que si quería, dedicaríamos la próxima sesión a hablar de ello, y que en su opinión iba todo bien y no había nada de qué preocuparme.

También me dijo que, lo que sí le gustaría, sería que llevase a algún pariente que fuese mayor que yo para recabar algo más de información. En mi caso, o mi padre o mi madre, que en realidad supongo que son la opcción lógica para todo el mundo.

Ya esperaba que tarde o temprano me haría esta invitación, y había pensado sobre ello. ¿Me atrevería a pedírselo a mis padres? ¿A cual de ellos se lo diría? Pero no es lo mismo pensar que estar en la situación. Me puse de repente tan nervioso que, yo que soy el tío más tranquilo del mundo, y que, además, rara vez pierdo el control de la voz, empecé a tartamudear, a balbucear, y a tener un temblequeo en la garganta… de todo.

Lo que pasa es que las veces que he hablado de este tema con mis padres, lo más suave que me han dicho es que estoy como una cabra. Y, la persepectiva de tener con ellos una charla al respecto me aterra. Es sólo eso.

Pero, por otra parte, es posible que hablar con mi psicóloga pueda hacer que al menos uno de ellos consiga comenzar a comprender lo que me ocurre. Además, es una fuente de información neutral, que no guarda ninguna relación con internet, y que, por tanto, quizá vean como «aceptable».

Pienso que el llevar a mi madre a la consulta puede ser beneficioso, y, en realidad, no creo que vaya a empeorar las cosas. Así que se lo he pedido, y ella me ha dicho que irá.

Sin embargo, a pesar de que sé que mi madre no me va a montar un pollo, y que creo esta entrevista será buena, he estado con una ansiedad terrible. Al final, ayer volví a a hablar con Miguel (el «cruz roja») y me dejó mucho más tranquilo. Tanto que me quedé agotado y bastante deprimido, sin ganas de nada.

Pero a lo largo de la noche de ayer fui sintiéndome mejor, y esta mañana, por primera vez en bastante tiempo, me he despertado con un pensamiento alegre. ¿Y si en la próxima sesión me dan el informe?

Aún no estoy «normal», pero parece que voy mejorando. A ver si a lo largo del fin de semana consigo por lo menos llegar a unos niveles de ánimo aceptables y la próxima semana empollo a tope, que esta, entre unas cosas y otras no he atinado a hacer nada que sirva.

Bueno, eso es mentira. He pasado de dar 230 pulsaciones por minuto a llegar a las 250 cómodamente, y eso es mucho, ya que la mecanografía es lo que más problemas me está dando a la hora de preparar la oposición.

Parece que en realidad la semana no ha ido tan mal…

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Me he despertado con un sueño

No sé por qué ha sido. Quizá porque ayer, antes de acostarme, estuve hablando de trabajo con dos personas. Uno de ellos me comentaba que trabaja unas 14 horas diarias, pero aún así está contento, pues en realidad pensaba que nadie querría contratarlo nunca. La otra es una chica muy inteligente (a penas la conozco, pero me he dado cuenta enseguida) que me decía que se mudaba de ciudad para empezar un trabajo nada deseable, en el que todas sus dotes intelectuales y de formación se van a ver completamente desaprovechados. Ella no estaba nada contenta, pero… hay que sobrevivir.

El parnorama laboral en España está mal, pero para las personas que pertenecen a ciertos colectivos, está peor. Por ejemplo, antes se veía a muchos inmigrantes trabajando en todas partes, mientras que ahora en casi todas partes los que están son españoles. Ver trabajar a una persona obesa es casi un milagro (y lo curioso es que no parece que nadie considere a los obesos como un colectivo desfavorecido, cuando son de los que peor lo llevan en todos los aspectos), y… del desempleo entre personas transexuales ya ni hablamos, porque en ese sentido la cosa no puede ir mucho peor de lo que ya iba.

Por eso, en estas ocasiones en las que la gente se pone a pensar en qué haría si tuviese el dinero suficiente, yo siempre sueño con poder crear una empresa que fuese lo suficientemente grande como para poder dar trabajo a varias de estas personas que conozco y sé que podrían ser muy productivas y a las que nadie da una oportunidad. Sin embargo, tampoco es que se me ocurriese ningún concepto de negocio que pudiese ser viable, ni siquiera en el mundo de las fantasías.

Quizá se deba a que esas conversaciones que tuve anoche antes de acostarme estuvieron rondándome toda la noche, pero esta mañana, nada más levantarme, la almohada me susurró al oido un concepto empresarial: «camping de sol y playa destinado tanto a turismo vacacional como a turismo residencial permanente, nacional e internacional». Vale, en realidad no me lo ha dicho con estas palabras, pero la idea era esa, y refinarla hasta obtener un concepto empresarial como Dios manda no me ha costado trabajo, sobretodo porque no es una idea que no haya tenido nunca.

En efecto, se trata de algo que ya había pensado anteriormente. Así que tengo una idea de cómo me gustaría hacerlo, de los costes que tendría, de los servicios e instalaciones que necesitaría, el personal necesario, el tipo de clientela al que me orientaría, la zona en la que me gustaría instalarlo…

Pablo llendo a pedir un crédito de chorrocientos euros.

Pablo llendo a pedir un crédito de chorrocientos euros.

Lo que pasa con los sueños es que la mayor parte de ellos se olvidan al terminar, y otros se van marchando del cerebro a medida que te duchas, te vistes y desayunas, dispuesto a afrontar un nuevo día.

Me imagino llendo al banco a pedir financiación para mi super-camping mega chachi guay, y no puedo evitar recordar aquel anuncio de atún.

– Señor director de banco, que yo soy un currante cualquiera y me gustaría ser empresario.

– ¿Pero tú tienes dinero piltrafilla? ¿Tienes avales?

– No…

– Pues tómate una de estas cuando baje la marea.

– P… Pero…

– Mejor tómate tres.

Sin embargo… no sé… la idea es tan bonita que me cuesta trabajo dejarla marchar así como así, aunque tan sólo sea un sueño.

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Ofú, que estrés.

Llevaba ya unos cuantos días sin postear, y es que he estado… uhm… no sé si ocupado sería la palabra adecuada. Quizá, simplemente, haciendo y pensando en otras cosas.

No tengo necesidad de justificar mi periocidad o falta de periodicidad posteadora, pero lo cierto es que me gusta hablar de las cosas que hago o pienso normalmente y hablar un poquito de como es mi vida cotidiana.

Actualmente mi vida cotidiana se ha visto reducida a cumplir con mis obligaciones. La fecha de la oposición está cada vez más cerca, y eso significa que lo primero es estudiar. Desgraciadamente, no es lo único, y de repente a mis días les faltan horas. Por suerte, aun no se han inventado los días de 36 horas, ya que eso significaría que nos harían trabajar más.

Sin embargo, todavía consigo sacar tiempo para ser persona durante algunos ratos, incluso, en ocasiones, días, y es entonces cuando me pasan las cosas.

A principios de la semana pasada, coincidiendo con la redacción del post «DNI chivato» tuve uno de los típicos «bajones pre-psicóloga». Faltaban en ese momento dos semanas para ir a visitar a esa buena señora que tantas preguntas me hace, y yo empezaba a hacerme mis propias preguntas. A saber:

– ¿Por qué a algunas personas les da el informe en 4 ó 5 visitas y en cambio con otras necesita uno o dos años?

– Si sólo da el informe cuando está completamente segura de la disforia de género del paciente ¿significa eso que no tiene claro el diagnóstico sobre mi? ¿Qué más necesita para aclararlo?

– Aún más; si no ha sido capaz de concluir en todo este tiempo que realmente tengo disforia de género, y que, además, estoy en mi sano juicio ¿no será que está utilizando un método que no resulta adecuado?

Por supuesto todas estas preguntas no se me presentaron así, claramente y ordenaditas con guiones, sino que aparecieron como una tormenta mental, unidas a un nudo en el estómago, y acompañadas de un claro sentimiento de estrés y angustia. Y es que, a estas alturas, empiezo a sentirme como un niño chico al que no le dejan hacer lo que quiere, porque sus padres saben lo que es mejor para él.

Y muchas veces los padres, aunque vayan con la mejor intención, se equivocan. Mi madre insistía en que me dejara el pelo largo y me pusiera vestidos, y no me benefició demasiado.

A parte, respecto a la psicóloga, me veo en la situación de que «cualquier cosa que diga podrá ser utilizada en mi contra». Es decir, si le expongo todas mis dudas y angustias, puede pensar que tengo demasiada ansiedad. Si me quedo callado y espero pacientemente confiando en su buen hacer, puede pensar que no lo necesito. Creo que si todo esto no me agobiase, sería un super hombre. De aquí al Nirvana, de cabeza.

Por suerte, como cada vez que me entra la ansiedad con estas cosas, pude recurrir a mi amiga Mili, que me ayudó a deshacer el nudo mental que tenía y convertirlo en un ovillo relativamente ordenado. Con ella conseguí formular correctamente las preguntas que me daban vueltas en la cabeza, y llegamos a la conclusión de que, ya que todo lo que diga puede ser utilizado en mi contra, lo mejor será que sea yo mismo.

Eso me dejó mucho más… ¿tranquilo? Bueno, al menos libre de agobios. Justo a tiempo para poder empezar a ponerme nervioso por el inminente viaje que iba a hacer para visitar a mi prima.

Mi prima es… una persona que se preocupa por mi. Como toda mi familia en realidad. Hablaría un poco de ella, pero lo cierto es que me da un poco de reparo, en parte porque sé que lee el blog, y en parte porque me enseñaron que está feo hablar de personas que no se encuentran presentes. Creo que basta con decir que se preocupa por mi.

No es que fuese un viaje corto. Total, sólo tenemos alrededor de 900km de distancia. Pero eso en avión es un rato. Lo malo es que la idea de despertarme tarde y perder el vuelo me hace sufrir, y dos días antes de coger el vuelo ya estaba nervioso perdido. También me inquietaba un poco el hecho de que, en realidad, no es que haya tenido nunca demasiado trato con mis primas. Ni con mis primos. Y la distancia no es una excusa, ya que con los que viven cerca tengo tan poca relación como con los que viven lejos.

En realidad, es muy poca la gente a la que he permitido que me conociera bien. Quizá por ese motivo todos mis amigos se han tomado tan bien mi transexualidad: porque sólo he dejado que se me acercaran personas extraordinarias, de las que no se encuentran en todas partes.

Bueno, a lo que iba, que no he tenido mucho trato con mi prima, y, de repente, pasar unos días en su casa… La verdad, me daba un poco de miedo que pudiésemos sentir una cierta incomodidad o que chocaramos. En cierto modo es como si realmente no nos conocieramos nada. Eso lo dijo ella, y creo que lleva razón.

La verdad es que me trató tan bien que me sentí un poco abusón. Estuvo todo el tiempo pendiente de cualquier necesidad que pudiese tener, llevándome aquí y allá, presentándome a sus amigos, y no dejándome pagar nada. Creo que lo que más me duele es no poder corresponder en el tema material, sobretodo porque con el dinero que tengo, me llega justito para comer y pagar las facturas. Me lo pasé muy bien, pero me queda la sensación de no haber «estado a la altura».

Me comentó que espera poder devolverme la visita, porque a ella le gusta mucho la ciudad en la que vivo, y a su pareja le gustaría también venir, ya que de pequeño pasó unos años aquí, y desde entonces no ha vuelto. A ver si es verdad, y puedo «desquitarme» haciendo yo de anfitrión o, como mínimo, de guía turístico, que es lo mío (recordemos que soy diplomado en turismo).

Por supuesto, también vi al resto de la familia. Estas navidades, cuando volví a casa, no dejé dichas las cosas a todo el mundo, por falta de tiempo y ocasión. Fueron mis primas y mi abuela quienes hicieron de «portavoces». Así que, realmente, era la primera vez que me presentaba como «Pablo», o sea, como yo mismo, delante de ellos, y eso también me ponía un poco nervioso. Pero no mucho. No es que pensara que algo podía salir mal… fue un simple caso de timidez.

Al final del puente no me quedó más remedio que volver. Todas mis cosas me estaban esperando. Especialmente toooodas las cosas que tenía que hacer. Y de nuevo el estrés.

Una vez más, pienso que pronto iré a ver a la psicóloga, y voy a preguntarle todas esas cosas. Y no sé qué me va a responder, o si me va a salir por peteneras. Y la fecha de la oposición no sale.

Por suerte, Mili me mandó unos ejercicios para relajarme. Aún no los he mirado, porque hacía tiempo que no estaba tan nervioso, pero creo que hoy va a ser un buen día para hacerlo.

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