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Después del viaje a Liverpool.

Me habría gustado escribir cuando volví de Liverpool, para contar como me fueron las vacaciones, pero no tuve tiempo.

Me habría gustado escribir sobre las novedades políticas, pero no puedo (y, sin embargo, lo haré).

Habría querido hablar de lo triste que estoy porque esa amiga sigue disgustada conmigo, cada vez más, y cada vez más cerrada a una posibilidad de arreglar las cosas, pero no tenía fuerza. En lo único que puedo pensar es que, en ocasiones, es necesario abrir tu mano y dejar caer lo que tenías en ella, aunque sea otra mano que llevas sosteniendo desde hace mucho tiempo. Aunque sea la mano de alguien que pensabas que estaría siempre en tu vida. No te queda más remedio que dejarla ir, y pensar que nunca va a poder irse del todo, pues se lleva mucho de ti, y tú te quedas mucho de ella.

Los acontecimientos van cayendo uno tras otro, durante mis horas de trabajo, mientras estoy estudiando, y también en los ratos en que me pregunto como voy a hacer para pagar el sello de autónomos, y las facturas de mis proveedores, sin tener que dejar de comer. Sigo tan saturado como en el último año (o quizá, los últimos dos años), y una y otra vez me digo (y le digo a todo el que quiera escucharme) que así no puedo seguir.

El viaje a Liverpool me sentó tan bien, que el segundo y el tercer día estaba mareado la mitad del tiempo. Me pasa cuando me baja la tensión. Lo que significa que, por lo general, suelo tener la tensión más alta de lo que debería. Lo que significa que me estoy quitando tiempo de vida a base del estrés. Así que he decidido intentar tomarme las cosas con más filosofía. Cada día hago una lista de las cosas que tengo que hacer, y voy tachándolas a medida que las hago. Me gusta: por una parte, me causa satisfacción ir comprobando que mis horas no pasan en balde, que soy productivo. Por otra parte, me sirve para ir empezando a medir cuantas cosas puedo hacer en un día y medirme. No comprometerme (ni siquiera conmigo mismo) a hacer más de lo que es posible. También es verdad que ahora no estoy trabajando 12 ó 14 horas al día, como suelo. Estoy haciendo jornadas de 8 horas, y para de contar. En caso de necesidad extrema, podría hacer más. De hecho, ahora mismo, debería hacer más. Sin embargo, no puedo vivir siempre como si estuviese en caso de necesidad extrema.

Funciona. Llevo dos días notando de nuevo esos mareos de tener la tensión un poco baja. Son molestos, pero al cabo de unos días de mantener una tensión arterial así, se quitan por si solos. Estoy más relajado, y hoy que es jueves, no me siento exahusto, como si llegar al viernes fuese una especie de maratón que debo correr cada semana. Ya me va haciendo falta un poco de fin de semana, pero lo normal.

Además, he empezado a escribir un libro. La idea la tuve este verano. Llevaba ya tiempo dándole vueltas, desde que mi amiga Lluvia Beltrán me dejó que leyese el borrador-casi-definitivo de su novela. Hablando sobre el proceso de escribirla, y la evolución que había seguido en las diferentes reescrituras, sentía que había algo que podía aprovechar para mí, hasta que, de repente un día, viendo una película de Woody Allen, saltó la chispa.

El caso es que desde entonces hasta que me puse a escribir, pasaron varios meses. Además, no me atreví a contarlo a nadie al principio, porque no sabía si la podría seguir. Luego, sólo se lo dije a algunas personas, porque sentía que estaba a punto de dejarla. Esto fue cuando llevaba unas 20 páginas: lo suficiente para quitarme el gusanillo de escribir, pero demasiado poco como para que dejarlo supusiera un gran problema. Empecé a notar que me daba pereza sentarme delante del ordenador, y pedí que me ayudaran, aunque fuese sólo preguntándome cómo iba la cosa. Ahora ya voy por la página 47, y mi novela “se ha hecho mayor”. Es curioso, porque no tiene mucho que ver con la idea original, y tampoco con la película de Woody Allen, o con Fotografiar la Lluvia (la novela de mi amiga, que, por cierto, está en proceso de edición). Sin embargo tal vez el nexo común es que, simplemente, me he puesto a escribir sobre lo extraordinarias que son las vidas ordinarias. Simplemente, escribo sobre cosas que conozco, y los personajes son las sombras de personas que están o han estado en mi vida. Incluso hay uno que se parece a mí, y no, no es el protagonista.

Voy despacio, como con todo. Intento sacar cada día un ratito para escribir al menos 300 palabras, pero no siempre lo consigo. Otras veces, consigo escribir más. Entre unas cosas y otras, para lo que casi no tengo tiempo es para escribir entradas en el blog… ¡Pero seguiré anotándolo en mi libreta-diario de cosas que hacer!

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Cosas que no me ha dado tiempo a contar en 2012

El año 2012 ha sido duro. En el futuro, creo que este año para mí será el año que me hice empresario, o algo así. He trabajado mucho, por muy poco dinero. Me he preocupado mucho por las personas que han ido llegando a mi vida, pero luego he visto como conseguían ir resolviendo poco a poco sus grandes dificultades, y me he sentido mejor.

Con frecuencia, he sentido que el mundo se estaba cayendo a cachos, pero hacia el final del año la sensación ya se ha convertido en algo tan habitual que empiezo a pensar que el mundo, en realidad, es como la cola del perro: se mueve, pero no se cae. Aún así, ha habido momentos en los que creo que, si no hubiese hecho nada, se habría caído de verdad.

No lo voy a disimular: me siento muy orgulloso de mí mismo. En primavera el PP anunciaba que pensaba dejar de financiar la atención sanitaria para la transexualidad, y nos llevábamos un susto de muerte. Al principio, yo no me lo quería creer, pero cuantos más medios de  comunicación iban anunciando la medida, más me preocupaba, hasta que al final lo único que podía pensar era “joder, que lo van a hacer de verdad”. Las personas que luchamos esa batalla, se pueden contar con los dedos de las manos. Kim, Ángela y yo (aunque luego ATA, de manera paralela, también realizó algunas acciones). Nuestros supuestos aliados gays, estaban demasiado preocupados por cualquier sandez que dijo un obispo, y que ya nadie se acuerda qué era. Sólo 3 nos ayudaron, con nombre y apellidos: Shangay Lili, que habló del tema en su conocidísimo blog, Pablo Andrade, que lo difundió en las redes activistas (encontrando un silencio sepulcral como respuesta) y Jorge Puchol, que escribió una carta y enviarla a todos los diputados del Congreso. Sin embargo, creo que la carta que yo escribí en inglés, y Ángela envió a todas las instituciones europeas habidas y por haber, fue fundamental. Con estas pocas fuerzas, creo que somos de lxs pocxs que hemos evitado que el PP hiciera uno de sus adorados recortes. Porque todavía sigo pensando que lo iban a hacer.

Desde entonces, no estamos tranquilos, y seguimos con atención (y con horror, porque los recortes generales también nos afectan a nosotrxs, en la misma medida que a lxs demás, o tal vez más, al partir de una situación más débil) las noticias sobre sanidad, esperando que el día menos pensado podamos llevarnos otro susto. Pero ¡que coño! ¡Estoy muy orgulloso de mí mismo, y de mis amigxs!

A finales de noviembre, fui a la UTIG, a mi revisión periódica. Me dijeron que estaba el número 4 en la lista de espera para la mastectomía. Puesto que hacen, más o menos, una mastectomía al mes, me llamarán para enero, febrero o marzo, y según me comentó la endocrina “para el verano estás operado seguro”. No tuve tiempo de escribirlo, porque inmediatamente eché cuentas y vi que… ¡Seguramente me llamen para justo antes de, o durante, los exámenes de febrero! Así que ahora he redoblado mis esfuerzos estudiando.

Me dijeron más cosas, pero espero que, más adelante, tendré un rato para escribirlas… o quizá no. Son curiosas, pero no son importantes.

Fue también muy duro, cuando conseguí cambiar el nombre en el DNI, y tuve que tomar la decisión sobre si decírselo a mis padres o no. Por miedo, decidí que no. Al final se lo dije unos meses más tarde, en noviembre, y eso también fue muy duro. Sin embargo, desde entonces las cosas están mejor en casa (¡Sí, parecía imposible, pero mejoran!) y ahora me siento muy feliz cada vez que me piden el DNI, o el carnet de conducir, y no tengo que preocuparme de si tendré algún problema o qué. Eso no significa que ya me vaya a retirar de la lucha por este tema, pero al menos ya no me afecta tanto.

Esto ha ocurrido antes de haber podido conseguir que la UNED establezca un mecanismo interno de reconocimiento del género previo a la rectificación registral de género, pero en eso poco es lo que yo puedo hacer. Sin embargo, dice Belén de la Rosa que es posible que el asunto quede cerrado para antes de que termine el curso ¡¡Ojalá!! Aunque yo ya no lo pueda disfrutar, otrxs llegarán detrás que sí lo aprovechen (y tal vez otras universidades tomen ejemplo y hagan lo mismo…).

También fue jodido el momento en que casi, casi, se nos cae el proyecto de la ley trans para Andalucía. De repente, parecía como si hubiese una enorme batalla de egos, en la que la única que iba a perder era la propia ley (y las personas trans cuyos derechos reconocerá, en caso de que se apruebe). Por suerte, creo que en realidad todo el mundo quería que la ley saliese adelante, y finalmente me parece que conseguimos encontrar una forma de poner de acuerdo a todxs sin que nadie haya tenido que ceder, porque… ¡En realidad todxs queremos lo mismo!

El día 19 de diciembre estuvimos en el Parlamento andaluz, para asistir al registro de la Ley. De Conjuntos Difusos fuimos Kim, Ángela y yo… Aunque parezca mentira, porque nos conocemos desde hace años, y nos queremos mucho ¡era la primera vez que nos veíamos en persona! En el próximo periodo de sesiones (de febrero a junio) se iniciará el trámite de la propuesta. Tenemos esperanzas de que la cosa irá bien. Incluso en ocasiones me permito soñar con que se aprobará por unanimidad y sin cambios ¿Os imagináis? Sería increíble. Fuentes no oficiales nos han dado a entender que el PSOE la apoyará, y dicen que el PP también. IU es quien la presenta (gracias, gracias, gracias), y ya no hay más partidos, así que… Quizá en 2013 tengamos un buen motivo para descorchar una botella de champán.

En estos momentos, me preocupa no ser capaz de aprobar todas mis asignaturas. Ya sé que siempre digo que voy mal, y que luego siempre apruebo (a veces con nota). Ya sé que incluso algunas veces digo que “esta vez sí que voy mal”, y entonces es cuando mejor nota saco. Pero es que voy mal de verdad… y estoy muy agobiado de tiempo. Me veo todo el verano con varias asignaturas a cuestas… Pensar en tener que pagar la matrícula de las asignaturas repetidas, me pone los pelos de punta.

Una vez más, conocí a alguien que me parece especial. Una vez más, las cosas son mucho más complicadas de lo que podrían serlo. Vuelvo a vivir situaciones que ya conocí con otras personas, que no entendí en su momento, y sigo sin entender ahora… solo que ahora, empiezo a pensar que el fallo es exclusivamente mío. Quizá me he convertido en una persona demasiado difícil como para poder tener pareja.

En fin, el 2012 ha sido un año bueno, pero complicado. Creo que también ha sido un año de sembrar muchas cosas… Quizá el 2013 traiga los frutos, y para el año próximo por estas fechas, esté mucho menos estresado, con varios temas cerrados. Sobre todo, a ver si en 2013 la crisis empieza a darnos un respiro. El dinero no da la felicidad, pero… ¿Y lo tranquilo que te deja mirar una cuenta bancaria sana? (Eso sin contar con que mi viejo Citroën AX de 18 años y 200.000km está a punto de morir…)

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Un proyecto que se hace realdiad.

Algunas mañanas me despierto y me parece que no es verdad que esté montando mi negocio. Tengo la sensación de que todas las horas que he pasado mirando webs, haciendo números, comparando unos proveedores con otros, buscando a la posible competencia y hablando con mis amigos son sólo parte de otro de los muchos proyectos que he hecho a lo largo de mi vida y que luego quedaron relegados al olvido porque me aburrí de ellos, porque eran inviables, o porque carecía de capacidad para convertirlos en realidad.

Pero luego me lavo la cara, enciendo el ordenador y desayuno mientras leo los e-mails que me han llegado durante la noche. Luego respondo el correo atrasado. Al diseñador de la página web (que va con retraso, aunque viendo el trabajo que está haciendo, se entiende que esté tardando más de lo previsto: es, con diferencia, una de las mejores webs de compras que he visto), a los proveedores de zapatos, que me tienen frito (¡que difíciles son los zapatos!), a la comercial de Correos, a ver si me trae el contrato de una vez (Correos, en lugar de usar sus propios servicios para enviar sus contratos, tiene una comercial que los entrega personalmente. Está muy bien, porque te lo explica todo al detalle, pero por otra parte ralentiza mucho las cosas. Claro que desde que Correos, igual que Renfe, suscribió un contrato con Gandalf el Gris, ya no llega tarde. Ni pronto. Llega justo cuando se lo propone). Miro obsesivamente el extracto de mi cuenta bancaria. Calculo cuanto venderé en la ferretería en los próximos días, y me felicito porque las verduras están ricas, son baratas y no engordan, con lo que puedo gastar poco dinero en comer. Me paso la mañana pensando en publicidad. Estoy planteándome solicitar un microcrédito a bajo interés (¿me tocará pagar a Vodafone para que me saquen del fichero de morosos?), y con eso podría ampliar el catálogo y hacer una campaña publicitaria como Dios manda. Leo información sobre el tema, que me ha pasado el diseñador de la web (si es que más completo no puede ser).

Consulto a ver si Hacienda me ha dado ya el NIF y el número de operador internacional, porque resulta que muy pocas cosas de las que quiero vender se pueden comprar en España. Hago negocios con China, Italia, y Reino Unido, y soy, oficialmente, un importador. Vale, mis pedidos son pequeñitos (para hacerlos grandes, tendría que tener dinero), pero son importaciones y pagan impuestos.

Consulto información sobre ayudas y subvenciones. Por cierto, no hay. Lo único que hay es el microcrédito ese que he dicho antes, y una que saldrá en marzo, pero que no es para los autónomos que empiezan, sino para los que ya se han establecido (y más vale que les vaya bien, porque la ayuda llega 9 meses después de haberla solicitado, y cuando la solicitas ya debes haberte dado de alta). También podré beneficiarme de un 30% de bonificación en la cotización de autónomos, si me doy de alta (no tengo obligación, de momento), mientras sea legalmente mujer. Si quisiera pedirla como hombre, no podría. La pena es que mientras yo tengo acceso a ayudas que no me corresponden, las mujeres transexuales que están en la misma situación que yo, no tienen acceso a las ayudas que sí les corresponderían.

Así me paso el día, diciéndome que no puede ser verdad que me haya tirado de cabeza con este proyecto, así, sin emborracharme ni nada, y en solitario. Por primera vez en mi vida estoy utilizando las cosas que aprendí durante la carrera y mientras preparaba las oposiciones porque, aunque la mayoría de la gente no lo sabe, los estudios relacionados con turismo y hostelería son prácticos, pero también tienen ciertos contenidos muy técnicos en lo que se refiere a gestión y administración empresarial. No tenemos tanto nivel como los Licenciados en Dirección y Administración de Empresas, pero algo sabemos, y cuando hablo con especialistas en creación de empresas veo que he previsto todo lo que según ellos debería prever.

Aparentemente, el proyecto es viable… Más me vale que lo sea. De vez en cuando descubro que he cometido un error con algo, o que cierta cosa que estaba haciendo de una manera, se puede hacer mejor de otra. Me toca volver a empezar todas las cuentas y los cálculos. Iniciar una investigación desde el principio. Maldigo mi propia falta de experiencia, y me gustaría poder consultar cosas con mi madre, que sí que sabe un montón de levantar un negocio nuevo. Sin embargo, no le he contado nada a mi familia. Si lo hubiese hecho al principio, me habrían persuadido de que no lo hiciera, y si lo hago ahora, me van a regañar y a desanimar todo lo posible, para que no siga. Sólo que ahora ya llevo bastante dinero puesto en esto (aunque relativamente poco comparado con lo que cuesta poner un negocio en un local) y no puedo echarme atrás. No puedo correr el riesgo de desanimarme, así que tampoco puedo arriesgarme a hablarlo con mi familia.

Al final del día, me siento muy satisfecho con lo que voy haciendo, hasta el punto de que me alegro de no haber ganado ninguna de las oposiciones a las que me presenté. Será que me gusta el riesgo.

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Me va a dar un tabardillo

Me he dado cuenta de que hace algún tiempo que no cuento como me va la vida.

Sigo viviendo en casa de mis padres, aunque a principios de verano se fueron a la casa de la playa, con intención de volver en septiembre. En agosto me dijeron que ya volverían mejor en octubre. En octubre, mi madre pensó quedarse allí indefinidamente, que están más tranquilos y agustito, y que, si acaso, ya se irán pasando por aquí de vez en cuando para arreglar papeles y cosas. Dicen que tal vez vuelvan en noviembre a hacer algunas cosillas, y luego ya verán si se vuelven a marchar.

En resumen: mis padres se han emancipado de mí, que es el tipo de emancipación que empieza a darse en el S. XXI, cuando los padres tienen más de una propiedad, mientras que los hijos no tenemos posibilidad de adquirir ninguna. No soy el primero del que se emancipan sus padres, y probablemente tampoco seré el último. Esta emancipación, de todas formas, es un poco precaria, ya que a lo mejor en invierno les entra el frío y deciden volverse para acá, que se está más calentito… También es verdad que hoy en día toda emancipación es precaria, y que muchos hijos están volviendo a casa de sus padres… acompañados por sus cónyuges y por sus propios hijos.

La emancipación de mis padres incluye también dejarme el negocio familiar. Así que ahora mismo llevo casi cuatro meses trabajando. No es que esté ganando mucho dinero, pero estoy ganando el suficiente para mantenerme (cosa fácil sin pagar alquiler, ni facturas), pagar mis gastos, redirigir a la hucha cada céntimo que me llega, como su fuese el último (porque uno nunca sabe cuando va a ser el último céntimo de verdad, y menos tal y como está el patio). Finalmente, reinvierto también parte del poco dinero que consigo en empezar un nuevo negocio.

La idea de este nuevo negocio no fue mía, sino de una amiga, que la tuvo y me la regaló para que yo la pusiera en marcha. Habrá a quien no le parezca gran cosa eso de ir regalando ideas, pero las ideas son las que impulsan el mundo hacia adelante. No recuerdo quien dijo que el genio es 10% inspiración y 90% transpiración. Pues bueno, ese 10% será un porcentaje pequeño, pero es completamente imprescindible.

El 90% de transpiración, lo estoy poniendo yo. Se trata de crear una tienda online (todavía no es el momento de decir qué venderé, pero espero que podréis verlo dentro de poco), con lo que la inversión es muy baja, y casi no hay que pagar impuestos. Si intentáis poner una tienda, o cualquier otro tipo de negocio, de manera presencial, tenéis que ir al menos con 3.000€ por delante, para impuestos. Si la ponéis online, no (hasta que se les ocurra poner impuestos y cortar los últimos restos de iniciativa empresarial al alcance de los pobres).

Entretanto, ya ha comenzado el nuevo curso, y toca ponerse a estudiar. Este año tengo 5 asignaturas, igual que el año pasado, pero una es anual, mientras que en año pasado todas eran cuatrimestrales. Esto significa que tengo 3 asignaturas distintas cada cuatrimestre. Supongo que el final de esto será aprobar 2 en febrero, 2 en junio y 2 en septiembre, aunque, por otra parte, ahora todo me resulta mucho más fácil.

El año pasado leía los apuntes y tenía la sensación de que me había vuelto tonto de golpe, porque no entendía nada, y debía releerlos una, y otra, y otra vez más… y después de todo eso, seguía teniendo la sensación de que no me había enterado muy bien.El problema es que, además, en la UNED no hay clases, así que no tenía la oportunidad de que un profesor me lo explicase todo bien explicadito, y eso me facilitaba las cosas, precisamente. Por suerte la mayoría de mis tutores (un profesor de refuerzo a cuya clase puedes ir una vez a la semana, voluntariamente, y que no es la persona que te corrige el examen) eran muy buenos, y en sólo unas sesiones consiguieron explicar los puntos más difíciles o más relevantes. Gracias a eso, a principios de enero empecé a ver la luz y de repente entendía lo que estaba leyendo… En fin, que eso ya no voy a tener que hacerlo este año. Una ventaja que ya me está permitiendo estudiar mucho más rápido.

Y eso me lleva a que todavía tengo una oposición rondando por ahí. Antes del verano pensé que este año se convocarían oposiciones a la Administración General del Estado, pues cuando hay elecciones se convocan más oposiciones, para tener a la gran masa de opositores contentos y que voten al partido en el Gobierno. Sin embargo, al adelantar las elecciones y situarlas antes del final primer trimestre del año, que es cuando se hacen las previsiones de plazas y oposiciones, el que hayan o no hayan oposiciones es irrelevante. Puesto que la situación económica es cada vez peor, y de hecho se está despidiendo a funcionarios interinos, parece improbable que se realice convocatoria alguna. No van a estar despidiendo a los trabajadores que ya tienen para contratar a personal nuevo ¿verdad?

Sin embargo, el Ayuntamiento de Madrid sí que ha convocado oposiciones a Auxiliar administrativo, y me he apuntado. Se rumorea que el examen será en abril, así que yo voy estudiando con laboriosidad de hormiguita que, además, se tiene que hacer su propio temario, porque no le llega la pasta para comprarlo y no lo encuentra gratis en Internet. Si alguien lo tiene y lo quiere compartir, se lo agradecería enormemente, aunque ya se sabe que los opositores no suelen dedicarse a ayudar a la gente que está en su misma especialidad, por considerarlos competencia. En mi opinión esa es una idea egoísta y errónea, que sólo conduce al fracaso, puesto que el trabajo en equipo suele dar un resultado más alto que la suma del esfuerzo de cada uno de sus integrantes. Colaborar con otro opositor puede proporcionaros a los dos (o tres, o cuatro) una ventaja respecto al resto de la masa de opositores solitarios. Os lo dice un tío que lleva ocho años opositando y nunca ha sacado plaza (ehm… bien, quizá mis consejos no sean muy valiosos).

Además de todo esto, también me gusta pasar tiempo con mis amigos, hablar con los amigos que tengo lejos, quedar con los que están cerca, jugar a rol, leer un rato… Sigo con algunas actividades relacionadas con el activismo trans (ya contaré), especialmente respecto al test de la vida real. Escribo e-mails. Como. Duermo. Lavo la ropa. Intento actualizar el blog. Voy al gimnasio.

Si no actualizo con mucha frecuencia, no os respondo a los e-mails, no contesto los comentarios, no chateo, no leo vuestros blogs, o no os llamo por teléfono, ya sabéis por qué es. Y si dejo de hacerlo durante mucho tiempo, entonces es que me ha dado un infarto. Hago todo lo que puedo, pero es que ya no puedo más, de verdad… no es por falta de interés.

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Sensaciones olvidadas.

Aquí en Ecuador la gente dice que no hay trabajo. Se nota que no han estado en España últimamente.

Uno va por la calle, y por todas partes hay carteles «se necesita cajera», «se necesita cocinero», «se necesita mesero y posillero». Tengo que enterarme qué es un posillero, porque ya se que un mesero es un camarero, pero nunca me acuerdo de preguntar.

Si buscas trabajo por internet, verás que cada día van apareciendo ofertas nuevas. En España las ofertas llegaban a la web con cuentagotas, y casi todas eran para trabajar de vendedor, o de sectas comerciales.

El problema que hay con el trabajo aquí, según me cuentan, es que está mal pagado. Eso es cierto. Muchas personas viven con salarios de 250 – 300$, que te da muy, muy justito para poder vivir. Reza para que no tengas una enfermedad grave, y ni te plantees comprar un coche o una casa. Así son las cosas para muchas personas, desgraciadamente.

Sin embargo, la cuestión es que trabajo hay. ¡Hasta yo he encontrado trabajo! Va a ser solo por un mes, pero se trata de un trabajo interesante, y de cierta dificultad, que me requiere dar lo máximo, ya que se trata de dar clases de una materia que casi no conozco. Por cada hora que echo, tengo que dedicar una hora y media de preparación, pero lo hago con gusto. ¡Hacia tanto tiempo que no conseguía un trabajo con un salario aceptable, que requiriese emplearme a fondo, y que fuese digno…! Excepto un par de traducciones que hice colaborando con un amigo, no he tenido nada así desde hacía… ya ni me acordaba. Ni me acordaba tampoco de lo agradable que es eso de ganar dinero y pensar que al menos este mes no lo acabaré con déficit.

En total habré tirado alrededor de 30 currículums, que es una cantidad ridícula en comparación con las cantidades industriales de currículum que tiré en España, para nada. Hoy, además, he tenido una entrevista en una universidad en la que dan clases de turismo. Al principio el entrevistador desconfiaba. Me preguntaba para qué había venido aquí, que si no me resultaría más fácil encontrar trabajo en España, siendo español. ¡Si los migrantes ecuatorianos sin cualificación ni papeles allí ganan mucho dinero y están mejor que en Ecuador…! Empezamos a hablar de los flujos de migrantes desde y hacia Ecuador (Ecuador es un país que además de emitir muchos migrantes, recibe migrantes de otros paises), hasta que encontré la ocasión de llevármelo a un campo que yo encontraba favorable: las desaprovechadas y enormes oportunidades del mercado turístico ecuatoriano. De repente nos hemos encontrando debatiendo sobre las características del mercado y cuales podían ser los motivos de que esté tan desaprovechado, las formas en que se podría mejorar, los retos a los que deben enfrentarse los profesionales del turismo ecuatoriano en este momento, y las oportunidades que tienen de lanzar el mercado desde un modelo de trabajo que haga llegar la rentabilidad al país, y no sólo a unas cuantas grandes empresas extranjeras. Ha sido muy interesante para los dos, y me ha encantado poder hablar de todos estos temas con un experto en el campo (ya hacía tiempo que no me encontraba con ninguno).

Al final ha llegado la hora de la verdad. El entrevistador llevaba pidiéndome títulos académicos y certificados, y yo había ido aplazando el momento hasta el final de la entrevista, para que el nombre que aparece en los documentos tuviese el menor impacto posible. El señor se ha quedado en shock durante un momento, tratando de asimilar que… ¡los transexuales existimos de verdad, y a veces nos presentamos en los despachos de los jefes de recursos humanos para pedir trabajo! Sin embargo, estaba bastante impresionado por la conversación que hemos tenido, y tengo la esperanza de que su interés no vaya a bajar a causa de eso.

No se si al final me contratará o no, pero lo cierto es que ha sido la entrevista de trabajo más agradable que he tenido nunca. Y, sobretodo, sigo sorprendido de que casi sin buscar haya conseguido una entrevista en una universidad… especialmente teniendo en cuenta que la última entrevista de trabajo que hice en España fue en el McDonalds, tras echar cientos de currículums en todo tipo de emrresas durante meses, y encima me rechazaron. Este tipo de cosas le reconcilian a uno de nuevo consigo mismo como una persona válida para trabajar. Ufffff…

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Suicidio laboral

Dentro de unos días tendré una entrevista de trabajo. Dos, en realidad, si tenemos en cuenta que también voy a hacer un examen en un ayuntamiento, aunque no tengo esperanzas de conseguir esa plaza.

Generalmente eso sería un motivo para estar contento, pero la cuestión es que de repente he sentido una gran ansiedad, sin saber bien el motivo. Me he pasado un buen rato dándole vueltas, preguntándome qué rincón de mi cerebro estaba enviando esa desagradable señal. ¿Que era lo que no cuadraba?

Finalmente lo he descubierto. No quiero trabajar como mujer.

A estas alturas, aunque aun no tomo ningún tipo de hormonas, y el 90% de la gente me identifica automáticamente como mujer, si me presento como hombre, se me acepta como tal, sin asomo de duda. Sin embargo, en el ámbito de la búsqueda de empleo, no siempre me presento como Pablo, si no que, dependiendo de las circunstancias, uso una u otra identidad.

En este caso, como el contacto me había llegado a través de alguien de mi pueblo, y allí muy poca gente conoce mi condición (porque no llevo un cartel colgado de la espalda, y paso de estar todo el día dando explicaciones a toda la gente que me conoce sólo de vista), pensé que era mejor usar mi nombre legal. Después me he enterado de que la persona no era del pueblo, así que podía haber dicho que soy Pablo, y ya está, pero en fin, ya es tarde para lamentaciones.

Ahora tengo que etrevistarme con una persona, y tengo tres opcciones. Travestirme y hacer de chica, no travestirme, pero hacer igualmente de chica, o, simplemente, explicarle la situación a mi jefe potencial. La primera opción está descartada de plano, y la segunda me obligaría a tener que interpretar un papel que no me gusta durante cierto tiempo, y, claro, a travestirme a la larga, porque el trabajo es de cara al público. Así que creo que voy a ir, le voy a contar quién soy de verdad, y ya está.

Lo malo es que creo que va a ser un suicidio laboral. Sospecho que en esas condiciones no va a querer contratarme porque, habiendo tanta gente «normal» en paro… ¿para qué va a quedarse con uno que es «rarito»? De cualquier modo, si me presentase con el aspecto que suelo tener, sin maquillaje, que es obligatorio para las mujeres que trabajan cara al público, tampoco creo que tuviese muchas oportunidades de que me contrate.

Por otra parte, el trabajo tampoco es que sea la panacea. El horario es bueno, el trabajo en sí, tampoco está mal, pero el sueldo es de 600 euros miserables por una jornada completa, y tampoco es muy seguro, ya que si el negocio no sale adelante, la persona que al final se lo quede se verá en la puta calle. Y como de momento puedo mantenerme con lo que actualmente tengo, no necesito sacrificar mi identidad  por unas condiciones tan malas.

Si al menos no hubiese dicho de entrada el nombre equivocado… En fin, esto me servirá para no volverlo a repetir. Alguien dijo: «mas vale honra sin barcos que barcos sin honra». Supongo que ese tipo, que creo que era un almirante español, no se estaba ahogando en mitad del mar…

Bueno, de momento yo tampoco me estoy ahogando. Sólo me pregunto si soy orgulloso, imbécil, o si ambas cosas son la misma.

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Una semana movidita.

Esta semana pasada no he tenido tiempo de escribir, y casi ni de pensar. Empecé el lunes pasado, en el que el día se presentaba ajetreado. A primera hora tenía visita con la psicóloga ¡¡¡Por fin!!! Después de todo lo que me ha costado lograr llegar hasta ella estaba muy, muy nervioso. También quedé con dos amigos del foro “el hombre transexual”, en el que estoy teniendo la oportunidad de conocer a otros chicos transexuales en diversos puntos de su transición, desde los que, como yo, están dando sus primeros pasos, hasta los que ya lo tienen todo hecho y se dedican a aconsejarnos, animarnos y tranquilizarnos a los más novatos.

Me estoy desviando del tema.

Como decía, aprovechando que iba a Málaga, quedé con dos chicos que, muy amablemente se ofrecieron a servirme como comité de recepción, y mientras estaba en la sala de espera, tuve la oportunidad de conocer a otras personas transexuales… Es un sitio curioso la sala de espera de la psicóloga de la UTIG, tanto que escribiré más adelante un post sólo para hablar de ello.

La visita a la psicóloga fue… uhm… anodina. Es decir, tal y como me había esperado. Se limitó a tomarme los datos familiares, a preguntarme como me siento, cómo se ha tomado mi entorno todo esto, y a explicarme cómo funciona el protocolo médico para diagnosticar y tratar los casos de trastornos de identidad de género. Hubieron ciertas cosas que me sorprendieron, como, por ejemplo, que en ningún momento me preguntó mi nombre, y lo dejó en blanco en varios sitios. Yo podría habérselo dicho, claro, pero pensé que quizá aun no era el momento adecuado. No sé por qué, pero no me pareció que tuviese que decírselo todavía.

También me comentó que, según el protocolo recomendado por la fundación Harry Benjamin, el diagnóstico de disforia de género se realiza en unas 6 o 7 sesiones, lo que significa que para mayo ya podría empezar el tratamiento hormonal, o estar a punto de empezarlo. Sin embargo, no me hago muchas ilusiones, ya que la mayoría de la gente tarda más tiempo, a veces uno o dos años, y a algunos no les dan nunca el informe de disforia de género.

Sea como sea, la cuestión es que ya estoy dentro del proceso, y eso me hace sentir mucho más tranquilo. Después de pasarme una buena temporada estancado, las cosas por fin se empiezan a mover.

Después de la visita a la psicóloga aun me quedó tiempo para tomar un café con el “comité de recepción malagueño”, pero no pude quedarme tanto tiempo como me habría gustado, ya que esa misma mañana tenía una entrevista de trabajo allí, en Málaga. No tenía muchas esperanzas de que me lo dieran porque fui vestido de chico, y eso, para un aspirante a un trabajo de oficina, ese es un pecado que no se puede cometer. En los trabajos de oficina, un hombre tiene que ser un hombre y vestir como tal, y una mujer tiene que ser una mujer y vestir como tal. Las personas que, como yo, estamos en tierra de nadie, no tenemos nada que hacer. Así es la vida.

Hice la entrevista tranquilamente, y en cuanto terminé, me marché corriendo, ya que esa misma tarde tenía otra entrevista de trabajo, aunque esta vez, en Granada.

Con esa segunda entrevista tenía más esperanzas, ya que era para trabajar como encuestador y… bueno, en ese tipo de empleos, que consisten en patearse la calle y pasarse el día llamando a las puertas de las casas, no quiere trabajar casi nadie, y cogen a todo el mundo.

Tal y como imaginaba, de los de la primera entrevista no he vuelto a saber nada, pero de la segunda salí con trabajo esa misma tarde. De modo que he vuelto a trasladarme de casa, y he retornado a un estado de semi-independencia que debo reconocer que no está nada mal.

Ahora llevo una semana trabajando como encuestador, y, la verdad, estoy muy contento. No gano mucho dinero, de hecho gano bastante poco, pero al menos me llega para mantenerme, y, además, no trabajo a tiempo completo, si no a tiempo parcial, con lo que me queda tiempo para seguir preparando la oposición e incluso un poquito para vivir (que es lo que estoy haciendo en este momento, con gran satisfacción).

De momento no tengo internet en casa, pero me he traído el ordenador para practicar mecanografía, y de esta manera en mis ratos libres podré aprovechar también para escribir los posts de este blog, que luego colgaré desde un cibercafé. También quiero aprovechar para darle un tironcillo a los tres proyectos literarios que tengo empezados y parados desde hace siglos: el libro del hombre que encontró un gato (intenté meterle caña aprovechando el NaNoWriMo, pero me fue imposible), la biografía de un pariente mío (muy interesante) y los relatos de “ser y parecer” inspirados en personas que conozco.

En resumen, que el futuro cercano se presenta con perspectivas muy agradables. Trabajo agradable que me deja tiempo para mí y mis planes a largo plazo, semi-independencia de mis padres, con todas las ventajas de vivir solo y ninguno de los inconvenientes, y varios proyectos interesantes que desarrollar poco a poco. ¡Ah! Y el próximo día 30 de diciembre, la segunda cita con la psicóloga.

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Plan C, D, E…

Bien, por fin pasó mi momento de bajón y vuelvo a tener ganas de hacer cosillas. Creo que el haber cobrado el finiquito de Ediciones Rueda, 100 euros más sustancioso de lo que yo esperaba (no se cómo eché las cuentas) ha sido una buena ayuda para animarme, je, je, je.

Comentaba en otro post que he estado mirando planes alternativos para el futuro y di con un plan C. Resulta que el ayuntamiento de mi pueblo organiza cursos becados, en los que, además de conseguir un título extra para hacer currículum, y aprender algo (me parece que mi orden de prioridades debería ser inverso… primero aprender, luego hacer currículum), te pagan un poquito.

Son cursos sobre oficios, como cocinero, cuidador de personas mayores, electricista, etc… con lo cual, no tienen relación alguna con nada de lo que he hecho hasta ahora (exceptuando mi trabajo en la tienda, que también es un oficio), pero tienen la gran ventaja de que no requieren que los profesionales que los realicen tengan una actitud especial. Basta con que hagan su trabajo y lo hagan bien.

Entre los cursos que se ofertan, está previsto uno de jardinería, que es el que me ha llamado la atención. Lo cierto es que tengo un don especial para la jardinería: planta a la que me acerco, planta que muere. Pero imagino que si alguien me enseñara a cuidarlas, la cosa mejoraría ¿no? Siempre he pensado que todo se puede aprender.

Además el trabajo de jardinero, aunque requiere esfuerzo fisico (cosa que no me molesta para nada, ya que así puedo adelgazar y ponerme fuerte), debe ser bastante gratificante, en el sentido de que, día a día vas viendo el resultado de tus esfuerzos reflejado en los seres vivos y el paisaje que te rodea. También he oido que la jardinería es un yacimiento de empleo, pues muy poca gente conoce este oficio. Supongo que el acceso al mundo laboral se hará mayormente a través de los ayuntamientos, por oposición o algo así, pero bueno… eso no es algo que deba echarme atrás. ¡Como si nunca hubiese preparado oposiciones!

Finalmente, la última parte del plan C es que estos cursos se van realizando de manera más o menos periódica a lo largo de todo el año, así que, en el peor de los casos, siempre podría ir encadenándolos entre ellos y así no me quedaría parado del todo, o al menos no durante largos periodos. Como plan C, no está mal del todo.

También a base de conocer gente que ha pasado auténticos problemas de dinero (no como yo, que soy un quejica llorón al que nunca le ha faltado nada), he visto que existen muchas posibilidades para elaborar un plan D en caso de que las cosas se pusieran realmente feas.

No escribiré sobre ello, ya que no quiero dar la sensación de que, de verdad, pienso que algún día pueda necesitar recurrir a cosas como los comedores comunitarios, o a la creación de pequeños «negocios» piratas basados más en el ingenio propio y las habilidades de cada cual con los que, si bien uno no se hace rico, si que puede, como mínimo, permitirse pagar el alquiler de una habitación. Pero en cierto modo me resulta reconfortante saber que existe un posible «plan D» de completa emergencia.

Y es que a veces tiendo a ser demasiado pesimita. Uno de los grandes problemas que tenemos las personas transexuales es la integración laboral. Lo cierto es que los chicos lo notamos menos que las chicas (en esta sociedad machista, las cosas suelen ser más fáciles para los hombres que para las mujeres), y también es verdad que yo, mientras no me hormone, puedo optar por la opcción de llevar una doble vida (en realidad, más que opcción es que no me queda más remedio), aunque es una vía dura, que creo que ya me ha costado perder un empleo, pero la cuestión del trabajo es una de las que, de momento más me preocupan.

Me uno en esta preocupación a la multitud de desempleados con problemas mucho más graves y acuciantes que los míos. Mucha gente se ha quedado en el paro, pero, además, tienen familia a su cargo, deudas, hipotecas, etc… así que, además de no haber mucho trabajo, lo que sí que hay son muchos aspirantes a conserguir esos pocos empleos.

Para colmo, no puedo quitarme de la mente que mis padres en su día me dieron un plazo máximo para estar en su casa, que termina con el momento en que empiece el tratamiento hormonal, aunque en realidad pienso que, si llegada la hora siguiese viviendo con ellos, terminarían por aceptarlo.

Así que, cuando me da el venazo paranoico, en lugar de pensar «que suerte tengo de que puedo contar con que mis padres me mantienen, tengo capacidad para preparame unas oposiciones y aprobarlas, no tengo deudas ni nadie a mi cargo, y, además, mi familia es comprensiva con mi situación, dentro de lo que se puede pedir a unos padres», sólo veo los inconvenientes. Que aprobar una oposición es chungo, que hay mucho paro, que algún día mi sexo real y mi sexo legal van a ser diferentes, que mis padres pueden hartarse y ponerme en la calle, etc…

Es en esos momentos en los que, pensar que existe un posible plan D, me permite dejar de darle vueltas a la cabeza y alcanzar la tranquilidad necesaria para darme cuenta de que, pase lo que pase, al final siempre tendré una grieta para escapar.

Puedo considerarme muy afortunado.

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Muchas cosas que contar.

Como he estado toda la semana sin internet, tengo muchas cosas que contar.

Durante el puente pasado, estuve en casa de Brit y Moonesia, unos amigos a los que conozco desde hace ya 7 años, y que fueron de los primeros a los que les expliqué que soy un chico transexual. La verdad es que fue una experiencia… curiosa, que me hizo ver muchas cosas.

En primer lugar, conocí el barrio de las 3.000 viviendas de Sevilla. Moonesia opina que no está tan mal como la gente lo pinta, pero yo, sinceramente, no me atreví a salir solo a la calle (y, de hecho, ellos mismos me recomendaron que no lo hiciera). Esas cosas no pasan en mi barrio. ¿Qué más decir del barrio más chungo de Sevilla, y uno de los peores de España? Pues que pasear por allí es como vivir en directo un documental de la selva o algo similar. Sencillamente la gente vive de otra manera, muy distinta a como lo hacemos los demás, en algunos sentidos mejor, en otros peor, aunque tengo que reconocer que seguramente son más libres que los que vivimos en sitios «normales».

A lo largo de los tres días que estuve por allí, no conseguí que me llamasen por mi nombre ni utilizasen el género adecuado para referirse a mí, más que en una sóla ocasión. Después de comentarles que me hacía un poco de daño que me trataran como a una chica (no es que no comprenda sus motivos, ya que yo se como se ven las cosas desde su perspectiva, pues ya estuve en ese lado de la vida), Moonesia dijo algo así: «bueno, si él quiere que le aceptemos barco, pues tampoco hay ningún problema». Sin embargo, a pesar de que la conclusión del tema fue que no les salía llamarme Pablo porque «no me pega» y porque «hace muchos años que te conocemos como chica, y ahora es difícil cambiar», razones ambas comprensibles para mi, el otro día Moonesia me llamó por teléfono y, cuando iba a colgar me dijo: «bueno Pablo, tengo que ir llendome ya…». Al día siguiente me levanté más contento que unas pascuas, y el buen sabor de boca me duró ya para todo el día.

Otra conclusión que saqué de mi visita a Sevilla es que lo único que tengo de momento es mi nombre, y no estoy dispuesto a permitir que nadie me lo quite, ya sea por costumbre, porque les resulta violento o lo que sea. No voy a revolverme contra mis amigos, ni me voy a enfadar, ni voy a querer que ellos se enfaden y se sientan mal, pero tampoco voy a dejar que se atrincheren en esa postura. Trataré de acompañarles suavemente, y hacer que me acompañen en mi transición. Y con mi familia igual, aunque eso va a ser más difícil.

A parte de eso, el martes me mudé al piso de Granada, donde no tengo internet. Aunque mi amiga July, que lo ha visto, opina que no está tan mal, lo cierto es que parece Sarajevo. Lo primero que hice cuando terminñe de trabajar el martes fue limpiar el baño y mi habitación, ya que si me meto en ese cuarto de baño tal y como estaba, soy capaz de coger el tifus. El miercoles por la mañana no pude encender el calentador, así que me duché con agua fría. El miercoles por la tarde no limpié porque fui a ver a July y nos dieron las mil hablando. El jueves por la mañana, otra vez no pude encender el calentador. Ese fue mi primer día de trabajo y, cuando volví a las 8 fui directo a la cama, sin cenar ni nada, así que tampoco limpié. El viernes por la mañana ¡¡¡¡conseguí encender el calentador!!!! Inmediatamente supe que sería un buen día.

Respecto al trabajo, como ya he dicho, el primer día que salí a la calle (lo cual significa «el primer día que he empezado a cobrar») fue el jueves. Ese día el otro chico que entró al mismo tiempo que yo, hizo una venta, pero yo no me pude estrenar. Mi estreno llegó el viernes. ¡¡¡Viva!!! El subidón que te da cuando consigues hacer una venta es incomparable, aunque todavía me queda mucho que aprender.

Revisando mis libros de PNL, el guión que me han dado en Ediciones Rueda, y mi trabajo del otro día, he llegado a la conclusión de que el secreto de la venta está en lo siguiente:

1) Crear confianza con el cliente.
2) Crearle deseo de adquirir la obra.
3) Hacer que comprenda que lo que se le ofrece es una ganga (que lo es, de verdad, pero a veces la gente no lo entiende).
4) Crear sensación de «oportunidad única y exclusiva» (que también lo es).

Si se consigue esto, cuando se llega al punto crucial del cierre, será muy sencillo vencer las barreras que el cliente ponga.

Ahora sólo me falta aprender a conseguir todo esto… En fin…

He notado que la cuestión del nuevo trabajo me crea ansiedad. Es muy sencillo: se trata de un empleo en el que se puede llegar a ganar mucho dinero. Y el dinero es necesario para llevar a cabo mi transición. Y ahora hay tan poco trabajo que los que tenemos cualquier trabajo, el que sea, podemos darnos con un canto en los dientes. Y encima, es un trabajo que me gusta. O sea, que tengo un recurso valioso, escaso, agradable y necesario, y la posibilidad de dejar de tenerlo me aterra, ya que he observado que a mis jefes no les tiembla el pulso a la hora de despedir a nadie.

En esos momentos es cuando no puedo evitar pensar en lo cómo que era todo antes. Sólo tenía que dejar que los demás se ocupasen de mi. Siempre estaría seguro, y siempre habría alguien a mi lado para ayudarme si todo salía mal. Era tan fácil seguir el camino que me señalaban, que tardé 29 años en reunir fuerzas para abandonarlo, y ahora, campo a través, el avance es más duro.

Total, pamplinas. Ansiedad pura y dura que no me lleva a ninguna parte. Por suerte, mientras estaba dándole vueltas en la cabeza a todas estas tonterías, una canción ha venido en mi auxilio, como siempre han hecho las canciones a lo largo de toda mi vida (debe ser por eso que yo creo más en la música que en los ángeles de la guarda). Es esta:

Y cuando dice «si tienes miedo, si estás sufriendo, tienes que gritar salir, salir corriendo»… Cambiemos una sola palabra… «gritar» por «evitar», y ya todo cuadra. Simplemente lo único que yo quería era salir corriendo…

Por suerte, se donde tengo que acudir para hacer frente a estos sentimientos. ¡A la PNL! PNL significa «programación neurolingïstica», y es una ciencia que se encarga de estudiar como hacen las cosas las personas que alcanzan la excelencia, y de crear modelos adaptados a cada individuo para que ellos también puedan alcanzar la excelencia. Según la PNL, las persosonas vemos el mundo a través de varios filtros que nos los pueden enriquecer o empobrecer, y uno de esos filtros es ver las necesidades de cada uno, en lugar de las oportunidades. Esdecir, si yo me fijo en que necesito el trabajo, me crea ansiedad. Si me fijo en que tengo un buen trabajo, y busco todas las oportunidades que existen para mantenerlo, entonces me animo y me pongo en marcha. El resultado es automático: sin duda conseguiré aprovechar mis oportunidades.

Fijarse en los objetivos y no en los problemas, preguntarse cómo, en lugar de por qué, mirar el fracaso como una oportunidad de aprender y mejorar, son principios básicos de la PNL.

Hay otra cosa a tener en cuenta. Un buen vendedor disfruta con su trabajo, y según la PNL, cuando uno hace un trabajo bien hecho y disfrutando, es imposible que la remuneración no acabe llegando.

¡Ah! Y hay otra premisa de la PNL, y es la siguiente: la PNL no predica la verdad absoluta, pero si uno se comporta como si las ideas básicas de la PNL fuesen verdaderas, tiene la oportunidad de comprobar la diferencia que estas marcan. Y luego las toma o las deshecha, según el criterio de cada cual. Ya podéis imaginar que yo intento aprovecharlas hasta la última gota, y eso que prácticamente no se nada sobre PNL.

Bueno, me lío a hablar de estas cosas y no paro. La cuestión es que, al final, he conseguido controlar mi malestar, y el lunes voy a ir a comerme el mundo. He usado los principios básicos de PNL para reflexionar sobre mi trabajo, que no es que lo esté haciendo mal, pero seguro que puedo hacerlo mejor, puesto que sólo llevo dos días, y estoy deseando ponerlo en práctica.

Lo único que me resulta muy duro de este trabajo es que tengo que ir disfrazado de chica. Paradójicamente, me he convertido en una especia de travesti o algo así. Es un poco lioso, y un poco duro para mi autoestima, pero, como también dice mi querido libro de PNL: «el puente no es el viaje». Así que, si para cruzar este puente tengo que hacer un pequeño sacrificio (o un gran sacrificio), pues se hace, ya que al final, cuando llegue a mi destino, podré mirar atrás y saber que ha merecido la pena.

Así que este sábado jornada de reflexión para cargar las pilas y la semana que viene volver a la carga. En la próxima entrada de mi blog espero poder cantaros una canción diferente, una que diga que estoy avanzando lento pero seguro y que noto cómo mis pies se apoyan firmemente en la tierra para llevarme hacia donde quiero llegar.

Tengo la certeza de que va a ser así. Empiezo a creer de verdad que me irá bien.

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Un pequeño paso más.

¡¡Por fin!! Por primera vez en la vida, he conseguido que una empresa aparentemente seria me contrate para trabajar en un empleo aparentemente serio. Digo «aparentemente» porque ya me han dado más de un palo y claro, no me fío.

Explico: se trata de una editorial que concierta citas con sus clientes para venderles enciclopedias. Como «anzuelo» les regalan un libro (qué, por cierto, el libro merece la pena aguantar el rato de charla que te da después el comercial, es muy chulo) y luego, una vez que están en la casa, intentan «colocarle» una enciclopedia que va acompañada por diversos regalos.

La cuestión es que los regalos están bastante bien, y ya por si sólos valen menos de lo que vale el precio que se pide al cliente por la enciclopedia (¡¡de verdad!!), así que no me siento como si estuviese mintiendo a nadia. Pero lo realmente interesante es que la empresa me ofrece un sueldo fijo muy interesante, más comisiones, y alta en el régimen general de la Seguridad Social, que es algo que hasta ahora nadie me había ofrecido.

Lo que es más, he descubierto que me gusta el trabajo de comercial, ir introduciendo a la gente en tu terreno sin que se den cuenta, o no lograr llevarte el gato al agua, pero intentarlo. No se… es como un reto, un duelo o algo así.

Lo cierto es que las ventas siempre se me han dado bien. Cada vez que he ido a buscar trabajo como comercial, me han querido contratar, pero yo siempre he dicho que no, por diversos motivos. Parece que la historia de mi vida es esa: quiero y no puedo, puedo y no quiero. Puedo hacer cosas de mujer y no quiero, quiero hacer cosas de hombre y no puedo… Puedo ser un buen vendedor y no quiero, quiero un buen trabajo y no puedo.

¡¡¡Pues ya es hora de hacer coincidir el poder con el querer!!!

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